En nuestra vida cotidiana, las sensaciones intensas, tanto físicas como emocionales, forman parte inevitable de la experiencia humana. Sin embargo, a menudo, nuestra primera reacción ante ellas es intentar evitarlas, suprimirlas o desconectarnos de ellas.
Este automatismo, por comprensible que sea, suele amplificar el sufrimiento y nos aleja del contacto con nosotros mismos. Es aquí donde la práctica que proponemos hoy, la de trabajar con sensaciones intensas, adquiere todo su valor: esta práctica es, en el fondo, una invitación a cambiar la manera en que nos relacionamos con el dolor, la incomodidad o el malestar. Para hacerlo con presencia y curiosidad.
En el marco del Mindfulness, esta práctica nos invita a sostener, en la medida de lo posible, la atención sobre las sensaciones intensas con una actitud de apertura y amabilidad.
No se trata de soportarlas estoicamente, ni tampoco de forzar ninguna transformación, sino de permitir que sean como son, sin identificarnos con ellas ni huir.
Este gesto de presencia, una presencia suave y sostenida, puede transformar lo que a menudo percibimos como un muro infranqueable, una sensación abrumadora o un dolor persistente, en un conjunto de sensaciones cambiantes, con una cierta textura, una cierta temperatura, una determinada forma y, incluso, con movimiento.
Cuando dejamos de luchar contra lo que sentimos, a menudo descubrimos que el dolor no es tan rígido como creíamos: se mueve, se transforma y, a veces, incluso se alivia.
Desde la perspectiva de la Gestalt, este trabajo con las sensaciones intensas implica establecer un contacto genuino con la experiencia presente, sin juzgarla ni querer modificarla prematuramente.
Este contacto directo con la experiencia favorece la toma de conciencia y, si se está acompañado por un psicólogo en El Prat de Llobregat o OnLine, abre el espacio para que puedan aparecer emociones, imágenes o significados que, hasta entonces, estaban fuera de nuestro campo de conciencia.
Además, respetar los propios límites durante este proceso, volver a una ancla segura si es necesario, hacer pausas o modular la intensidad de la exploración, forma parte de una actitud de presencia y responsabilidad que, en la Gestalt, consideramos igualmente importantes.
Si podemos integrar esta práctica en la vida cotidiana, puede permitirnos desarrollar una autorregulación basada en la experiencia vivida.
Cada vez que sostenemos una sensación intensa sin huir de ella, estamos entrenando nuestra capacidad de presencia y reforzando la confianza en nosotros mismos.
Esto no solo favorece el bienestar personal, sino que también enriquece nuestras relaciones, ya que nos hace más capaces de estar presentes en situaciones difíciles sin una reactividad impulsiva o una evitación del contacto.
Esta práctica de trabajar con sensaciones intensas no significa volverse masoquista, buscando el dolor, sino aprender a estar con él sin que nos defina ni nos consuma. Es un camino para recuperar el poder de la experiencia directa y habitar el cuerpo como un lugar seguro, incluso cuando las emociones son turbulentas.
Esta capacidad, cultivada con paciencia y compasión, puede ser una de las fuentes más importantes de libertad y transformación personal.
Esto lo podemos ver en el cuento de Hara, “Trabajando con sensaciones intensas”. En el cuento podemos escuchar cómo Hara comienza a cultivar una nueva manera de relacionarse con su mundo interno: en lugar de evitar las sensaciones físicas y emocionales que le generan malestar, aprende a sostenerlas con presencia, escucha y curiosidad.
Aunque en el cuento sucede con cierta rapidez, este cambio de actitud no es inmediato ni sencillo, pero permite acceder a una comprensión más profunda de lo que sentimos y puede abrir espacios de transformación personal.
Un ejemplo lo encontramos cuando escuchamos que Hara llevaba tiempo sin dormir bien. Se despertaba a menudo a medianoche con una sensación de tensión en los hombros y el cuello, una rigidez que con el tiempo acababa convirtiéndose en un dolor de cabeza persistente. Esta vez, en lugar de reaccionar como de costumbre, con estrategias para calmarse rápidamente o ignorar la incomodidad, toma la decisión de quedarse con esa sensación y explorarla desde el cuerpo.
Poco a poco, dirige la atención a la tensión, observándola con curiosidad. Observa cómo el dolor puede intensificarse, pero luego también observa que comienza a cambiar y se transforma en una vibración. Finalmente se suaviza, como si la Atención Plena hubiera provocado que se disolviera.
Vemos cómo el simple hecho de permitirse estar con la sensación, sin juzgarla ni huir de ella, le proporciona alivio. Esta práctica le permite observar lo que siente con una presencia suave que puede llegar a reconfortarla y facilitar su sueño.
En otra escena del cuento, escuchamos cómo Hara caminaba tranquilamente por el pueblo cuando, al ver a su hermana Amelia hablando con una amiga sobre el embarazo, siente de repente una punzada de celos. Esta sensación inesperada se presenta como un vacío repentino en el pecho, una especie de vacío doloroso que podría haber intentado ignorar o justificar.
En lugar de distraerse o minimizarlo, Hara decide detenerse y conectar con la sensación. Se queda con el vacío, sin intentar llenarlo, solo observándolo. Esta actitud de escucha hace surgir una tristeza, vinculada al deseo de tener un vínculo más profundo con alguien y al duelo por aquello que no ha vivido. Lo que comienza como una emoción incómoda se transforma en una vía de acceso a una necesidad emocional legítima.
Con la práctica de la Atención Plena, Hara puede darse cuenta de que detrás de los celos hay una emoción más profunda y una necesidad no reconocida. Puede reconocer y sostener la tristeza sin huir de ella ni juzgarla.
Estas dos escenas del cuento nos muestran que trabajar con sensaciones intensas no significa enfrentarse al dolor de manera brusca, sino aprender a estar con él con conciencia y respeto. Cuando nos damos permiso para sostener lo que nuestro cuerpo nos muestra, se hace posible una transformación sutil pero profunda: el malestar puede convertirse en un mensaje, y ese mensaje en un camino de conexión con uno mismo.
Como vamos viendo, trabajar con sensaciones intensas no consiste en eliminar el malestar, sino en aprender a sostenerlo desde la presencia y la escucha. Tanto en el Mindfulness como en la Gestalt, acompañados por un Mentor o un psicólogo en el Prat de Llobregat, se considera que cuando una persona puede permanecer en contacto con lo que emerge en su cuerpo, especialmente en momentos difíciles, hay una oportunidad para que se abra un camino hacia la transformación y la autocomprensión.
Esto lo podemos ver más claramente en contextos terapéuticos o de crecimiento personal.
Por ejemplo, podemos poner el caso de una persona con fibromialgia, que expresa que su vida está fuertemente condicionada por un dolor muscular constante, especialmente en el cuello y en la espalda. Aunque ha probado muchas estrategias para minimizarlo, a menudo se encuentra en una lucha constante con su cuerpo.
En estos casos, se puede proponer una exploración corporal guiada en la que la persona no intenta cambiar la sensación de dolor, sino observarla con más detalle: observar dónde está localizada, observar su temperatura, el movimiento, los límites. La invitación es sostener la sensación tal como es, sin resistencia, y notar cómo evoluciona con la atención.
Algunas preguntas que se pueden hacer para ayudar a indagar podrían ser:
- ¿Cómo describirías esta sensación si fuera una imagen?
- ¿Qué pasa con la intensidad del dolor cuando lo observas de cerca, sin luchar contra él?
- ¿Qué mensaje crees que te quiere transmitir tu cuerpo hoy?
Este proceso puede ayudarnos a establecer una relación más amable con nuestro cuerpo, reconociendo que el dolor no es un enemigo, sino que puede convertirse en una vía de escucha profunda de nosotros mismos. El trabajo con la observación sin juicio puede permitirnos recuperar confianza en nosotros mismos y aflojar la tensión emocional asociada a la lucha con, o contra, las sensaciones intensas.
Otro ejemplo podría ser el de una madre que trabaja como maestra y que reconoce que a menudo llega a casa agotada y que, ante el mínimo desorden o demanda de sus hijos, estalla con gritos que luego lamenta profundamente.
En sesión, un psicólogo en el Prat de Llobregat o OnLine, le puede proponer rememorar uno de esos momentos y observar qué pasa en su cuerpo, qué sensaciones aparecen en el momento del estallido de tensión. Y pueden aparecer sensaciones como calor en el pecho, tensión mandibular o agitación en las manos. En estos casos, el terapeuta, psicólogo OnLine, o Mentor en Mindfulness, puede guiar a la persona a sostener estas sensaciones, sin actuar sobre ellas, para explorar, por ejemplo, qué emoción o sentimiento de fondo puede haber.
Se le puede preguntar:
- ¿Qué pasa dentro de ti unos segundos antes de gritar?
- ¿Puedes describir ese calor o tensión como si fueran un mensaje del cuerpo?
- ¿Qué necesidad no atendida puede estar llamando la atención a través de esta intensidad?
Con este pequeño ejercicio la persona puede comenzar a identificar que, por ejemplo, detrás de la rabia hay una sensación de desbordamiento y de no sentirse cuidada. Trabajar con la intensidad corporal le puede permitir anticipar las reacciones, buscar formas más sostenibles de regulación y expresión y también el espacio y la conciencia necesarios para comenzar a trabajar con su necesidad de sentirse cuidada.
Un último caso podría ser el de un hombre que ha sufrido un accidente de coche y que muestra una hipervigilancia constante, con episodios de angustia en espacios cerrados o ante ruidos repentinos. Cuando habla de ello, el cuerpo se contrae y le cuesta respirar con fluidez.
En este caso, en lugar de volver al relato del trauma, el terapeuta o psicólogo puede trabajar directamente, con cuidado y poco a poco, con las sensaciones presentes. Se puede buscar un punto de anclaje corporal (por ejemplo, los pies tocando el suelo, como punto de estabilidad y para generar confianza y seguridad) y se puede invitar a la persona a alternar entre la sensación de alerta y el anclaje seguro, regulando así la intensidad emocional.
En este proceso se le puede preguntar:
- ¿Qué parte de tu cuerpo te da apoyo ahora mismo mientras recuerdas esto?
- ¿Puedes notar una diferencia entre la zona en tensión y la zona estable?
- ¿Qué pasa con tu cuerpo y las sensaciones intensas cuando tienes un lugar seguro dentro de ti donde sostenerte?
Este enfoque gradual permite al paciente contener la intensidad del recuerdo sin desbordarse, y establecer una base de confianza corporal para avanzar hacia una elaboración progresiva del trauma.
En todos estos casos, el cuerpo actúa como lugar vivo de experiencia y guía para el autoconocimiento y el crecimiento personal. Trabajar con sensaciones intensas, lejos de ser una técnica puntual, puede ser un camino para recuperar la presencia, la autonomía y la capacidad de transformación desde el mismo centro de la vivencia en el cuerpo.
Como hemos dicho, es normal querer evitar el malestar o reaccionar automáticamente ante las sensaciones intensas.
El sistema ultra-capitalista en el que vivimos nos empuja a evitar cualquier incomodidad y seguir adelante, produciendo sea como sea.
De modo que aprender a trabajar con estas sensaciones, a quedarse con ellas un rato, a abordarlas desde la conciencia corporal no solo es una práctica transformadora para nosotros, sino que puede convertirse en todo un acto de resistencia frente a un sistema capitalista que nos quiere siempre en “nuestra mejor versión” para producir y consumir sin parar.
El concepto de trabajar con sensaciones intensas no busca eliminar lo que incomoda, sino ofrecer una nueva forma de estar con lo que se presenta, cultivando la pausa, la reflexión, la observación sin prisas ni exigencia, y una relación más amable y honesta con nosotros mismos.
Como tantas otras maneras de acompañarnos, integrar este enfoque en nuestra vida cotidiana no implica ningún gran ritual ni técnica sofisticada. Se trata, más bien, de desarrollar una habilidad sencilla: la capacidad de reconocer, sostener y acompañar lo que emerge en el cuerpo sin tener que huir, bloquearlo o reaccionar de inmediato.
Cuando nos entrenamos para estar con la intensidad emocional o física, descubrimos que no necesitamos resolverla para sentirnos mejor; a menudo, es la propia presencia lo que transforma la vivencia.
Este trabajo nos proporciona una herramienta para gestionar situaciones difíciles, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Como hemos visto, en las relaciones, por ejemplo, puede ayudarnos a reconocer los patrones reactivos y a abrir un espacio entre lo que sentimos y cómo decidimos responder. Y en entornos laborales, especialmente en contextos de alta demanda o presión, poder sostener las propias sensaciones con conciencia corporal puede marcar la diferencia entre el agotamiento o la autorregulación y la conciencia de los cambios que necesitamos en los sistemas de explotación de producción y de consumo que tenemos a nivel social.
La práctica también nos abre la puerta a una mayor profundidad emocional y a una vivencia más plena del momento presente.
Cuando dejamos de evitar lo que sentimos, comenzamos a escuchar el mensaje que hay detrás.
A menudo, detrás de una tensión sostenida puede haber una emoción no expresada, un límite no atendido o una necesidad silenciada. Prestar atención a estas sensaciones nos permite recuperar el acceso a partes de nosotros que han sido ignoradas o relegadas al silencio, y nos acerca a una vivencia más coherente e integrada.
Realizar una Atención Plena de las sensaciones intensas es una invitación a reconocer que nuestro cuerpo no es solo un receptor de sufrimiento, o un objeto a explotar, sino una fuente viva de información y de inteligencia emocional. Y es que, cuando escuchamos el cuerpo con curiosidad y respeto, puede ser una guía fiable para movernos con más claridad y autenticidad por el mundo.
Te animo a hacer de esta práctica una aliada en tu vida cotidiana: no solo cuando las cosas van mal, sino también como forma de presencia y escucha continua. Es en el arte de sostener lo que sentimos donde a menudo encontramos la libertad de ser, y desde ahí, la posibilidad de una transformación profunda, tanto individual como social.
No se trata de hacer desaparecer el dolor o la incomodidad, sino de habitarla con conciencia y descubrir, desde ahí, una nueva forma de transformar nuestra vida y la sociedad en la que vivimos.
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Aleix Boronat Monfort
Director y fundador de l’Espiral. Terapeuta Gestalt, Formador y Mentor en Mindfulness y Miembro adherente de la AETG. Formación en Psicoterapia Integrativa (programa SAT). Formado en técnicas psico-corporales (Yoga, Shiatsu y Movimiento, Bioenergética y Movimiento Auténtico).