Relaciones simbólicas en terapia (apuntes Lacanianos 6)

Cuando nos adentramos en la obra de Lacan, un concepto clave es el de las relaciones simbólicas, que en sus primeros planteamientos buscaban despejar el camino de interferencias imaginarias para enfrentar al paciente con sus problemáticas relacionadas con el Otro.

Pero, ¿qué son exactamente estas relaciones simbólicas y por qué son tan importantes en el análisis?

Las relaciones simbólicas pueden entenderse como nuestra relación con la Ley: la ley establecida por los padres, los maestros, la religión, o incluso la nación a la que pertenecemos.

Son la forma en que lidiamos con los ideales que nos han inculcado desde pequeños: títulos, diplomas, rangos, y otros simbolismos impuestos por el entorno social. Ahora bien, esto plantea muchas preguntas que el psicólogo en El Prat de Llobregat se puede hacer frente a un paciente: ¿Estamos inhibidos en nuestra búsqueda de esos ideales? ¿Los perseguimos sin descanso? ¿O simplemente los rechazamos, resignándonos?

Podemos pensar en las expectativas sociales que a menudo enfrentamos: “Estudia una carrera, encuentra un buen trabajo, cásate, ten hijos.” Algunas personas se sienten atrapadas en este esquema. Pueden desear alcanzar estas metas, pero de forma indirecta o sin tomar riesgos. Otras, en cambio, las rechazan por completo, posponiendo decisiones importantes y aún así sintiéndose agobiadas. Incluso están quienes, aunque buscan cumplir estos ideales, lo hacen como una especie de automática protesta o para garantizar su propio fracaso.

¿Qué papel juegan estas actitudes en nuestra relación con el Otro?

Lacan nos muestra que estas conductas muchas veces no son más que una forma de protesta contra los ideales impuestos por el Otro parental, educacional o social. En vez de satisfacer a ese Otro, nos rebelamos en un intento de afirmar nuestra propia identidad. Este conflicto constante es parte del simbolismo que define nuestras acciones.

Aún asi, muchos analizantes se ven incapaces de perseguir sus deseos porque sienten que hacerlo sería equivalente a ceder a lo que sus padres esperan de ellos. Es algo así como decir: “Nunca les daría ese gusto” o “Prefiero fracasar antes que cumplir con sus expectativas”. Este tipo de oposición a menudo se traduce en una vida marcada por la rebeldía o la resistencia, que en el fondo sigue estando atada a los ideales del Otro.

En este sentido, el trabajo terepeutico busca esclarecer y, en cierto modo, modificar estas relaciones simbólicas. Lacan plantea que esto implica enfrentarse directamente con el Otro: ese Otro que representa la Ley, los ideales y las normas sociales. Para Lacan, esta confrontación es esencial para atravesar las barreras de lo imaginario y llegar al fondo de las relaciones simbólicas.

Las relaciones simbólicas se presentan en contraposición con las relaciones imaginarias.

Lo imaginario está relacionado con la imagen que el analizante tiene de sí mismo y de sus semejantes, mientras que lo simbólico incluye al Otro y al inconsciente. En este esquema, lo imaginario puede funcionar como un velo que oculta lo simbólico, lo que dificulta el trabajo analítico.

Por ejemplo, imaginemos una rivalidad intensa entre hermanos. A primera vista, esta podría parecer una simple cuestión de celos o competencia. Sin embargo, al indagar en lo simbólico, podría emerger que esta rivalidad tiene raíces en la percepción de que los padres favorecieron al otro hermano. Así, el conflicto imaginario es solo un reflejo de algo más profundo: la relación del paciente con el Otro parental.

El rol del psicólogo en El Prat de Llobregat en este proceso es crucial. Su trabajo es ayudar al paciente a desentrañar las relaciones simbólicas y no quedarse atrapado en las identificaciones imaginarias. Si el terapeuta cae en estas trampas, la terapia puede quedarse estancada en una lucha de poder o en una relación de rivalidad con el paciente. Lacan enfatiza que el terapeuta debe mantenerse centrado en lo simbólico, ya que esta es “la única dimensión que cura”.

Sin embargo, esto no significa que el terapeuta deba ser una figura distante o autoritaria. Al contrario, debe evitar caer en el papel de juez, un error común que puede perjudicar la terapia. Cuando el terapeuta emite juicios -sean positivos o negativos-, corre el riesgo de inhibir al paciente. Este podría dejar de hablar de ciertos aspectos de su experiencia por temor a la desaprobación, o incluso podría buscar actuar solo para obtener la aprobación del terapeuta.

Un terapeuta eficaz sabe que su rol no es el de un juez, sino el de un espejo en el que el paciente pueda reflejarse y confrontar sus propios conflictos.

Esto incluye permitir que las proyecciones transferenciales fluyan, no para aceptarlas o negarlas, sino para usarlas como material de interpretación. Por ejemplo, si el paciente siente que el terapeuta lo desaprueba, el terapeuta o psicólogo puede usar esto para explorar por qué el paciente proyecta esta actitud y qué significado tiene en su vida.

De este modo, el terapeuta no solo debe evitar emitir juicios, sino también estar atento a los valores y actitudes que los pacientes puedan atribuirle. El estilo de vestir, el lugar donde vive o las revistas en su sala de espera son elementos que los pacientes pueden interpretar como reflejo de los valores del terapeuta. Y aunque estos juicios puedan parecer intrascendentes, son indicios valiosos del mundo simbólico del paciente.

La búsqueda de la dependencia y de la autonomía

Un desafío común en la terapia es que los pacietes busquen la aprobación del terapeuta como una extensión de su dependencia del Otro parental. Esta estrategia neurótica, aunque comprensible, refuerza su dependencia en lugar de ayudarles a separarse del Otro. El psicólogo en El Prat de Llobregat debe evitar alimentar esta dinámica, incluso cuando las demandas del paciente puedan ser muy tentadoras de satisfacer.

En este sentido, si un paciente muestra una mejora rápida tras recibir una interpretación que parece coincidir con sus expectativas, el terapeuta debe ser cauto. Esta mejora podría ser solo un efecto de sugestión, no un cambio duradero. Como dice Lacan, la terapia no se trata de hacer que el paciente cumpla con las expectativas del terapeuta, sino de ayudarle a enfrentarse a la verdad de su propio deseo.

Como hemos visto, las relaciones simbólicas son una parte fundamental del análisis lacaniano. Representan cómo lidiamos con la Ley y los ideales que nos han sido impuestos, y cómo estas dinámicas moldean nuestras acciones y deseos. A través de la terapia, podemos desentrañar estas relaciones, confrontar al Otro y, finalmente, movernos hacia una mayor autonomía.

El rol del terapeuta en este proceso no es el de un juez ni el de un maestro, sino el de un catalizador que ayuda al paciente a explorar su propio mundo simbólico y a enfrentar sus conflictos con el Otro. Solo así el analizante puede empezar a liberar su deseo de las cadenas de los ideales impuestos y encontrar su propia voz.

Artículos recientes

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad