Una actitud amable (Apuntes de Mindfulness y Gestalt 4)

A menudo somos nuestros críticos más severos. Nos exigimos rendimiento, resultados y éxito constante, y cuando no cumplimos con nuestras propias expectativas, aparece la autocrítica implacable.

Pero, ¿qué pasaría si nos habláramos a nosotros mismos con la misma amabilidad que ofrecemos a los demás? Esta es la premisa fundamental de la actitud amable, un concepto muy importante en la práctica del Mindfulness y que también exploramos en la Gestalt, que nos invita a cultivar una relación más compasiva con nosotros mismos.

La actitud amable no significa indulgencia ni pasividad, sino aprender a aceptarnos tal como somos, con nuestros errores y aciertos, y a acompañarnos en nuestro proceso de crecimiento sin dureza ni juicio.

Esta manera de tratarnos, como veremos, tiene un gran impacto en nuestro bienestar emocional, en nuestra capacidad para afrontar retos y en la calidad de nuestras relaciones.

Y es que, como ve muchas veces un psicólogo en El Prat de Llobregat o OnLine, muchas personas creen que ser severo y crítico con uno mismo es necesario para mejorar. Pero lo que muestran los estudios es que el exceso de autocrítica genera ansiedad, estrés y bloqueo emocional, mientras que, por el contrario, la autocompasión permite una mejora más sostenible y saludable.

La actitud amable nos enseña a cambiar nuestro diálogo interno por uno más comprensivo, haciéndonos más flexibles ante las dificultades.

Cuando nos tratamos con amabilidad, aprendemos a vivir mejor las emociones que sentimos o etiquetamos como negativas. Cuando nos tratamos con amabilidad, en lugar de reaccionar con culpa o frustración ante un error, podemos acoger nuestra propia experiencia con más equilibrio, reconociendo que todos somos humanos e imperfectos, reduciendo, de esta manera, la intensidad del estrés y facilitando la recuperación después de momentos difíciles.

De la misma manera, la forma en que nos tratamos a nosotros mismos también influye en la forma en que nos relacionamos con los demás. Cuando desarrollamos una actitud amable hacia nosotros mismos, también somos capaces de practicar más empatía y paciencia con los demás, y esto mejora la calidad de nuestras interacciones y nos permite establecer relaciones más auténticas y libres de juicios innecesarios.

Como veremos a través del cuento de Hara y su aplicación en contextos de terapia o de crecimiento personal, esta mirada amable puede integrarse en nuestra vida cotidiana mediante pequeñas prácticas.

Por ejemplo, observar el diálogo interno y, cada vez que aparezca una crítica interna, preguntarnos: “¿Así es como le hablaría a un amigo?”

También podemos trabajar en aceptar los errores como parte del crecimiento, viéndolos como oportunidades de aprendizaje en lugar de fracasos. O utilizar gestos físicos para reforzar la compasión, como colocar una mano sobre el pecho o el estómago cuando sentimos tensión, como un recordatorio físico de autoacogimiento.

Finalmente, podemos respirar profundamente y esbozar una leve sonrisa, activando así el sistema nervioso parasimpático, asociado con la relajación y el bienestar.

Adoptar una actitud amable hacia uno mismo es un proceso que requiere conciencia, práctica y paciencia.

Es importante destacar que adoptar una actitud amable hacia uno mismo es un proceso que requiere conciencia, práctica y paciencia. Sin embargo, acompañados por un mentor en Mindfulness o por un psicólogo en El Prat de Llebregat, a medida que aprendemos a tratarnos con más compasión, descubrimos que podemos afrontar la vida con mayor ligereza y equilibrio.

No se trata de evitar la autorreflexión ni las experiencias difíciles, sino de hacerlo desde un lugar de acogida y comprensión. Cuanto más capaces seamos de acompañarnos con amabilidad en nuestro propio camino, más fácil será el tránsito por la vida. En definitiva, podemos aprender a ser nuestro mejor apoyo, un testigo amable en lugar de nuestro peor juez.

Podemos observar cómo aplicar esta actitud en el día a día a través de pequeños ejemplos en el cuento de Hara, donde vemos cómo la transición de la autocrítica a la autocompasión le permite afrontar las situaciones cotidianas con más equilibrio emocional y claridad. Como siempre, si aún no lo has escuchado, te invito a hacerlo ahora.

Uno de los momentos de cambio para Hara ocurre cuando recuerda la excursión que organizó recientemente y se recrimina a sí misma por haber sobrestimado las capacidades de un cliente mayor. En lugar de hacer un reconocimiento objetivo del error, su mente entra en un diálogo interno de culpa y dureza: “¿Cómo puedes ser tan irresponsable?”. Esta voz interna refleja un patrón común en muchas personas, donde la crítica se convierte en la respuesta automática ante un error.

En el marco de la Gestalt, este momento representa un conflicto entre dos partes de uno mismo. Sería necesario poder hablar con Hara y explorar cómo son estas dos partes y qué quieren realmente, aplicando, por ejemplo, la técnica de la silla caliente. Sin embargo, en este caso, podríamos resumirlo en que hay una parte que, por las razones que sean, desea crecer y mejorar, y otra parte que, también por las razones que sean, se autoexige sin compasión. No tenemos más información, ojalá pudiéramos hablar directamente con Hara, pero en cualquier caso, en este ejemplo, el cambio ocurre cuando Hara, guiada por la práctica del Mindfulness, se pregunta: “Si esto le hubiera pasado a un amigo, ¿cómo le hablaría?”. Esta reflexión transforma su percepción de la situación y le permite ver que el error no la define, sino que es una oportunidad de aprendizaje.

Hara se da cuenta de que su dureza no la convierte en una mejor guía, sino que solo le genera más tensión y frustración. En lugar de continuar con la autocrítica, aplica una actitud amable, reconociendo que estaba intentando hacerlo bien y que puede aprender de la experiencia.

En otro momento del cuento, la madre de Hara le hace una observación sobre una tarea que no ha completado a tiempo. Normalmente, este tipo de comentario habría activado en ella una respuesta automática de huida o justificación, como hacer una broma para desviar la atención. Sin embargo, después de la sesión de Mindfulness, decide intentar algo diferente: aceptar la crítica sin ser dura consigo misma.

Esta respuesta, aparentemente sencilla, refleja un gran cambio interior. En lugar de ver la crítica como una amenaza a su valía personal, Hara comprende que puede recibir comentarios sobre sus acciones sin que esto afecte su autoestima. Esta capacidad es muy importante en la Gestalt, donde no solo se valora la autenticidad, sino también la responsabilidad sobre los propios actos, acogiendo las observaciones sin necesidad de rechazo o justificación.

En este caso, Hara percibe que la crítica de su madre no es una condena, sino un recordatorio de un aspecto a considerar y, en lugar de defenderse o huir, responde con calma, integrando la información sin sobrecargarse de autoexigencia.

A través de estos dos ejemplos, vemos cómo una actitud amable hacia uno mismo no solo ayuda a gestionar mejor los errores y las críticas, sino que también transforma la relación con las propias emociones y con los demás. Cuando dejamos de vernos como enemigos y nos tratamos con más compasión, adquirimos una mayor libertad para aprender, crecer y afrontar la vida con serenidad y confianza.

Como hemos ido viendo, esta “actitud amable” hacia uno mismo es un elemento que puede ser muy interesante de considerar tanto en una sesión de terapia como en el aprendizaje y la práctica del Mindfulness.

Exploraremos ahora tres situaciones terapéuticas en las que este enfoque puede ser especialmente útil.

Muchas personas con ansiedad tienen un diálogo interno muy crítico. Pueden llegar a juzgarse severamente por sus reacciones, por cómo se sienten, por cómo gestionan sus problemas, por no sentirse “suficientemente bien”, por no comprender qué les genera ansiedad, etc. Esta autocrítica genera una tensión interna que, a menudo, aumenta la ansiedad y dificulta su autorregulación emocional.

En estos casos, durante una sesión de terapia o de mentoría en Mindfulness, el terapeuta o mentor puede guiar a la persona para identificar esa voz interna crítica y observar cómo afecta su estado emocional.

A continuación, puede pedirle que imagine cómo hablaría a un amigo que estuviera en la misma situación. De esta manera, se le guía hacia una respuesta más compasiva consigo mismo.

Podría preguntarle:

  • ¿Cómo te hablas cuando crees que no has hecho algo suficientemente bien? ¿O cuando no comprendes algo?
  • Si esta situación le hubiera pasado a un amigo, ¿qué le dirías? ¿Le hablarías del mismo modo?
  • ¿Cómo te sentirías si pudieras adoptar una voz interna más amable y comprensiva?

Este pequeño ejercicio, cuando lo realizamos mediante el acompañamiento de un psicólogo online, permite a la persona tomar conciencia de su diálogo interno, abriendo espacios desde donde puede desactivar patrones de autocrítica destructiva y reemplazarlos por una respuesta más amable y autocompasiva. Esto, generalmente, ayuda a reducir la intensidad de la ansiedad y crea un espacio para una exploración más profunda sobre su estado emocional.

Otra aplicación podría darse en el caso de personas con un alto nivel de autoexigencia, que a menudo experimentan frustración cuando no cumplen con sus elevados estándares. Una actitud de perfeccionismo y autoexigencia que puede provocar estrés, bloqueo emocional y agotamiento.

En una sesión de mentoría o terapia, se puede invitar a la persona a reflexionar sobre sus expectativas y a diferenciar, por ejemplo, entre esfuerzo y perfeccionismo. Se puede trabajar con el Mindfulness para ayudar al paciente a reconocer cuándo su exigencia le genera sufrimiento y cuándo puede adoptar una actitud más amable y compasiva.

Se le podría preguntar, o podrías preguntarte tú mismo si sientes que eres exigente:

  • ¿Qué significa para ti “hacerlo bien”? ¿Es una definición flexible o rígida?
  • ¿Qué ocurre emocionalmente cuando sientes que no cumples con tus propias expectativas?
  • ¿Cómo crees que cambiaría tu experiencia si pudieras equilibrar el esfuerzo con más autoaceptación?

Este trabajo de indagación ayuda al paciente a tomar conciencia de su autoexigencia y a permitirse la posibilidad de aprender a tratarse con más amabilidad. Esto puede llevarlo a desarrollar una relación más saludable con su rendimiento, evitando el desgaste y fomentando una motivación más equilibrada. Además, al relajar la autoexigencia, también puede abrir espacio para explorar las razones subyacentes de esta actitud hacia sí mismo.

Otra de las múltiples situaciones en las que podríamos aplicar esta actitud amable es cuando las personas viven con un sentimiento de culpa persistente por errores del pasado. Este sentimiento puede generar autodesvalorización y malestar constante.

El mentor, terapeuta o psicólogo, puede guiar a la persona en un ejercicio de autocompasión, ayudándole a revisar el acontecimiento desde una perspectiva más amable. Se puede realizar, por ejemplo, una visualización en la que la persona se imagine ofreciéndose a sí misma las mismas palabras de consuelo y comprensión que daría a alguien más en su misma situación.

Se pueden plantear preguntas para profundizar en la experiencia, como:

  • ¿Qué te dice tu voz interna cuando recuerdas este error?
  • ¿Crees que esta culpa te ayuda a crecer o te paraliza?
  • En este recuerdo, ¿qué puedes reconocer que te ayude a tratarte con más comprensión?

Aplicar esta mirada puede ayudar a liberar la carga emocional asociada a la culpa, permitiendo a la persona integrar su experiencia desde una perspectiva más compasiva y constructiva. Esto puede facilitar el proceso de perdón hacia uno mismo, promover una mayor serenidad interior y abrir la puerta a niveles más profundos de conciencia.

Como vemos, la actitud amable en terapia o en sesiones de mentoría no es simplemente una técnica, sino una nueva manera de relacionarse con uno mismo.

Cuando una persona aprende a ser más compasiva consigo misma, su bienestar mejora significativamente, y esta nueva manera de verse también se refleja en sus relaciones con los demás. Practicar la amabilidad hacia uno mismo no significa evitar la responsabilidad, sino abordarla desde un lugar de comprensión y crecimiento real.

Integrar esta perspectiva en nuestra vida, en las sesiones de terapia o en nuestra práctica meditativa puede ser uno de los mayores regalos que podemos ofrecer y ofrecernos.

Vivimos en una sociedad que a menudo nos empuja a la exigencia constante, a la búsqueda de la perfección y a la autocrítica como motor de cambio. Nos juzgamos con dureza por nuestros errores, nos comparamos con los demás y sentimos que nunca somos suficientes.

Pero, ¿qué pasaría si cambiáramos esta perspectiva? No solo qué nos pasaría a nosotros, sino también qué sucedería en esta sociedad si nos habláramos a nosotros mismos con la misma compasión que ofrecemos a un amigo querido.

Esta es la propuesta de la actitud amable, una actitud que puede transformar la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos con los demás.

Adoptar una actitud amable no significa ser permisivo o evitar la responsabilidad. Al contrario, se trata de reconocer los errores sin caer en el autocastigo, de motivarnos sin recurrir a la autoexigencia extrema y de aceptarnos con todas nuestras luces y sombras.

Integrar esta actitud no requiere grandes esfuerzos ni momentos especiales. Es más bien un cambio sutil pero profundo en la manera en que nos tratamos cada día.

  • Podemos observar nuestro diálogo interno y transformarlo en un discurso más amable.
  • Podemos recordar que el error es una oportunidad para aprender, no un reflejo de nuestro valor personal.
  • Podemos practicar la autocompasión con gestos concretos, como darnos un momento para respirar cuando nos sentimos abrumados.
  • Y podemos aceptar que la vida es un proceso en constante cambio y que no necesitamos tener todas las respuestas de inmediato.

Lo más importante es recordar que ser amables con nosotros mismos no es un lujo, sino una necesidad. Una necesidad personal y social. Hoy en día, con el aumento de los extremismos y la polarización extrema en todo el mundo, quizás más que nunca.

Así que, ¿por qué no empezar hoy? Tómate un momento para reconocer todo lo que haces, todo lo que eres, y ofrecerte la misma comprensión y apoyo que darías a alguien a quien amas. A medida que desarrolles esta práctica, descubrirás que la vida se vive con más ligereza, más confianza y más plenitud.

En definitiva, la amabilidad no nos hace más débiles, sino más fuertes, más flexibles y más humanos.

 

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