La mente cuenta historias… y nos las creemos

Hay una historia de un sabio quien estaba en su lecho de muerte, rodeado de personas que lo amaban y que querían escuchar sus últimas palabras. Con voz entrecortada pronunció: “La vida es como una fuente”. Los que lo rodeaban pasaron la palabra entre la multitud, y palabra por palabra, esta corrió por el largo pasillo de gente, y se transmitió por las escaleras a las personas que se agolpaban afuera. Finalmente, llegó al borde exterior de la multitud, donde a un niño pequeño se le dijeron las palabras del rabino. El niño dijo: “¿ Y qué significa eso?” La gente no lo sabía. Así que volvieron a pasar la pregunta del niño a través de la multitud, escaleras arriba, a través del pasillo, a los que estaban dando vueltas, y finalmente al asistente más cercano. Él susurró la pregunta al oído del rabino y el rabino respondió: “Bueno… tal vez no sea como una fuente”. 

Los humanos estamos muy apegados a tener historias. Los psicólogos y Terapeutas Gestalt que atendemos en l’Espiral de El Prat de Llobregat, vemos como nuestros pacientes tienden, como todo el mundo, a crear alguna orientación en la vida que dé sentido a lo que está pasando: historias sobre quiénes somos, quiénes son los demás, qué tenemos que hacer para estar bien, qué deberían hacer los demás para estar bien, en definitiva, creer que es correcto/incorrecto, bueno/malo y lo que va a pasar en el futuro. Todo forma parte de nuestro afianzamiento. A veces, en la consulta psicoterapéutica o en nuestros cursos de Mindfulness que impartimos en nuestro centro en El Prat o de manera Online, nos referimos a esto como la “mente que cuenta historias” porque creamos el mundo con esta mente que cuenta historias y es una parte intrínseca de lo que nos permite sobrevivir como especie.

Hace como 70.000 y 30.000 años atrás, nuestros circuitos neuronales comenzaron a encenderse y hubo, como se llama hoy, una “revolución cognitiva” en la corteza frontal. Esto nos catapultó a ser la especie dominante en la tierra, y una de las principales características de esa revolución cognitiva es esta capacidad de pensamiento abstracto: Que podemos pensar en cosas que no están aquí. Podemos imaginar símbolos mentales del mundo que tenemos en nuestras mentes y tenemos un lenguaje que es lo suficientemente sutil para poder comunicar inmensas cantidades de información entre nosotros. Esto es esencial, porque para que los humanos colaboremos como lo hacemos – y la colaboración es lo que nos ha permitido dominar realmente la tierra– tenemos que ser capaces de prever las cosas y comunicarnos sobre ellas.

De esta manera tejemos historias colectivas que simplemente asumimos como realidades, como verdades, que todos hemos acordado y que nos permiten cooperar. Tenemos historias colectivas sobre cómo funcionan las cosas, cuál es nuestro papel y cuáles son las reglas con las que estamos de acuerdo. Cuanto mayor sea el número de seres que están colaborando, más poder; cuantos más seres sigan las mismas reglas y normas, y colaboren, más creativos, productivos y generativos pueden llegar a ser.

La mente narrativa

Nuestras historias colectivas no son reales; son mitos, ficciones

Debemos entender que nuestras historias colectivas no son reales; son mitos, ficciones. Como la religión, que no es algo real, sino más bien un conjunto de ideas diferentes, que tienen diferentes grupos de personas. Puedes tener millones de personas que se adhieren a estos conjuntos de ideas y valores religiosos, e incluso, aunque no se conozcan, se agruparán para servir a los hambrientos o para luchar en una cruzada o lo que sea, pero colaborarán, lo que les da poder. Todo esto pasa porque están de acuerdo sobre un mismo conjunto de símbolos.

De manera similar, compartimos algunos mitos sobre la ciencia, que son… nuevamente, una abstracción, principios de cómo funcionan las cosas que permiten invenciones y creaciones asombrosas en el mundo científico, avances en medicina y física, etc. La mayoría de las sociedades participan ahora en la economía capitalista, lo que significa que tienes que estar de acuerdo en que va a haber un crecimiento futuro, un consumo continuo, y seguir tomando recursos de la Tierra, para continuar generando nuevos productos e invertirlos en un futuro. Esa es la suposición: que eso es saludable y bueno, y esa es una de las historias en la que la mayoría de las personas están de acuerdo… aunque nos estemos cargando el planeta por esa creencia.

Tenemos historias en nuestra vida personal que no cuestionamos, simplemente asumimos que son así, y que ellas gobiernan nuestra experiencia.

En la consulta o en los cursos de Mindfulness que ofrecemos, los participantes, acompañados por un Profesor de Mindfulness, un psicólogo o un Terapeuta Gestalt, también descubren que hacemos eso en nuestra vida personal. Tenemos historias en nuestra vida personal que no cuestionamos, simplemente asumimos que son así, y que ellas gobiernan nuestra experiencia. Esas historias tienen que ver con quiénes somos en relación con los demás: si somos inferiores o superiores, nuestras expectativas para nosotros mismos… , lo que es bueno, lo que es malo, y los comportamientos que tenemos que hacer para conseguir lo que queremos.

La conclusión es: tanto colectiva como individualmente, algunas de las historias pueden ser muy útiles. La ciencia con sus avances médicos, o los valores compartidos que nos hacen trabajar juntos por los necesitados. En nuestra vida personal, algunas de nuestras historias pueden energizarnos hacia el autodescubrimiento, y hacia despertar y saborear la vida.

Algunas de nuestras historias son simplemente de desarrollo, son parte de nuestro crecimiento y nosotros creemos en ellas y luego las dejamos ir.

Por ejemplo: Una mujer cuenta la historia de su hija preguntándole: “¿Eres el hada de los dientes?” La niña tiene siete años. Como se le había caído uno de los dientes a la niña, su madre dijo: “No estaba segura si terminar o no con esta parte mágica de su infancia; pero como ella preguntó, pensé: Sí, ya debe estar lista. Es hora. Así que le hice saber, y dije. ‘Sí, querida, yo… yo soy el hada de los dientes’. Le pareció absorber la información de forma muy pensativa. Varias horas después, la niña se acercó a su madre y tomó sus manos entre las suyas, la miró a los ojos y le dijo: “Lo que quiero saber es: ¿cómo entras en las casas de los otros niños?”

Pues bien, la mente narrativa puede ser beneficiosa; y también puede ser una potencial prisión de sufrimiento para individuos y sociedades. Y si las historias tienen sus raíces en el apego o el miedo, si ese es su motor, entonces generan guerras y actividades que destruyen la Tierra, pero, sobre todo, nos generan guerras contra nosotros mismos.

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