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Mas tarde o más temprano, el cuerpo presentará su factura

Una de las preguntas que nos debemos plantear cuando exploramos nuestra experiencia vital a través de nuestros cuerpos, cuando empezamos a tomar consciencia de nuestra realidad a través de nuestros cuerpos, es: ¿Qué pasa si lo que está ahí se siente como si fuera demasiado?

En las sesiones de psicoterapia, o en los talleres de Mindfulness hay momentos dónde uno se siente tan agitado o asustado que no parece útil entrar en contacto con el cuerpo. Algunos sienten que es mejor calmarse antes de entrar en contacto directo con lo que está aquí.

El psicólogo o Terapeuta Gestalt experto en Mindfulness, necesita saber cómo abordar el poder encarnarse cuando hay un trauma, o sentimientos y emociones fuertes que se sienten demasiado. Porque no es sano asumir que, sea lo que sea lo que esté pasando, deberíamos ser capaces de entrar en nuestro cuerpo y sentirlo. Eso es absolutamente ilusorio; porque podemos volver a traumatizarnos.

Cuando no se tienen suficientes recursos -y por recursos me refiero a la suficiente sensación de seguridad, equilibrio o estabilidad para estar atentos a lo que sucede en el cuerpo- estamos en riesgo.

Podemos entrar en nuestro cuerpo y sentir el mismo terror crudo que hemos sentido antes y, de hecho, profundizar el surco del trauma.

Para encarnar, a veces, tenemos que cultivar primero algunos recursos, y lo primero que debemos hacer es, calmar nuestro sistema nervioso.

La realidad, sin embargo, es que finalmente la vida no vivida que está ahí, que tenemos miedo de sentir, necesita ser vivida si queremos finalmente sanar. Es sólo que… ¿Podemos ser graduales e inteligentes sobre cómo entramos en el cuerpo?

La psicóloga Alice Miller, conocida por su trabajo en maltrato infantil y sus efectos en la sociedad así como en la vida de los individuos, describe lo que ocurre si no prestamos atención a lo que hay en el cuerpo; dice: «La verdad sobre nuestra infancia está almacenada en nuestro cuerpo, y aunque podemos reprimirla, nunca podemos alterarla. Nuestro intelecto puede ser engañado, nuestros sentimientos manipulados, las concepciones confundidas y nuestro cuerpo engañado con medicamentos. Pero algún día, nuestro cuerpo presentará su factura, pues es tan incorruptible como un niño que aún está entero de espíritu. No aceptará compromisos ni excusas; y no dejará de atormentarnos hasta que dejemos de evadir la verdad«.

Otra forma de decirlo es que no hay una verdadera curación, no hay una experiencia plena de libertad, no podemos experimentar realmente la realidad, la percepción de la verdad y el despertar pleno del corazón, hasta que no entramos en el cuerpo.

Construir recursos cuando el miedo es intenso

El Mindfulness Sensible al Trauma, o la Disciplina de Movimiento Autentico, es una forma de entrar en contacto con el cuerpo ; pero, como he mencionado, depende de la cantidad de trauma y de la crudeza de las emociones

Un practicante de Yoga Sensible al Trauma estuvo practicando durante varias semanas de decidirse a ser atendido por un psicólogo o Terapeuta Gestalt experto en Mindfulness en nuestro centro de El Prat de Llobregat.

Para él era realmente difícil seguir las prácticas de Atención Plena guiadas, porque cada vez que empezaba a intentar entrar en su cuerpo, sentía pánico. Esto, era para él muy abrumador y le sugerimos que quizá esa no era la práctica para él en este momento, y empezamos a explorar lo que le ocurría.

Era un hombre que trabajaba en la administración pública con personas en riesgo de exclusión. De niño había sido abusado sexualmente, y continuaba teniendo relaciones que eran abusivas. Cada vez que la trataban de cierta manera, o escuchaba cierto tono de voz, le entraba el pánico por dentro. La forma en que lo describió fue que sus entrañas se encogían y decía: «Desaparezco. No tengo acceso a ningún sentido de lo que soy y de lo que es real. Mi mente sólo da vueltas».

Siguió compartiendo sus sentimientos y dijo: «Esto pasa incluso fuera del trabajo, cuando no me siento amenazado, o cuando no estoy en alerta», y siguió diciendo: «Siento que he perdido mi alma. No tengo una sensación de ser yo. No me siento vivo. No puedo sentir mi cuerpo. Cuando intento sentir mi cuerpo, me asusto».

La forma de trabajar con ella -y esto es algo que podemos hacer en las sesiones de psicoterapia, pero también en nuestros talleres de Mindfulness- fue con la indagación de lo que realmente le daba una sensación de confort, seguridad, conexión y amor.

Cuerpo factura

Cada uno de nosotros no sería capaz de sobrevivir, no sería capaz de dar un paso en esta tierra, si no existiera algún hilo, aunque sea, para sentir pertenencia o seguridad. Tenemos algo. Así que empezamos con lo que tenía.

Nombró a su mejor amigo y a su hermana como aliados con quienes él se sentía seguro, cuando los recordaba. Así que empezamos a practicar cómo podía traerlos a la mente, cómo podía visualizarlos a los dos rodeándola. Cuando lo hizo, y cuando realmente se abrió a lo que sentía, dijo que se sentía como un baño caliente. Como si finalmente pudiera relajarse un poco.

Eso se convirtió en una práctica. Cuanto más se practica, más se crean vías neuronales que realmente te dan acceso a ello. Para él, era el acceso a esa sensación de poder relajarse, de ser sostenido. Practicamos, y cuanto más podía sentir eso, más podíamos empezar a practicar el encarnarse.

Empezamos con lugares seguros en su cuerpo. Se puede empezar por las manos o los pies, donde el trauma no está tan localizado, y poco a poco empezamos a incluir más y más partes de su cuerpo. Era una especie de ida y vuelta en la que establecíamos una sensación de seguridad y conexión.

Luego, él se sumergía en su cuerpo y, si las cosas le daban miedo, volvía y recordaba la sensación de conexión. De alguna manera, entraba y salía, entraba y salía, hasta que cada vez más, tenía la sensación de que podía tener una presencia más parecida a la del océano. Las sensaciones en su cuerpo eran como olas, pero él era lo suficientemente grande.

Por supuesto, eso no ocurriría cuando él estaba en alerta, o se sentía bajo amenaza. Cuando se sentía bajo amenaza, tenía que volver a sus recursos. Pero sucedió que, algunos meses después de haber estado construyendo estos recursos, empezó a realmente asustarse de que su ex-novia fuera a acosarla. Pasó la noche en casa de un amigo, pero después de que su amigo se fuera a dormir, el terror empezó a crecer.

Así que hizo lo que habíamos hecho cientos de veces: llamar a sus aliados, y, sentir ese entorno de sus aliados. Dijo que, con eso, empezó a abrirse al miedo, y dijo que era como un vidrio caliente y roto que la atravesaba. Era realmente terror. Pero siguió sintiendo. Siguió visualizando y sintiendo a sus aliados sosteniéndola. Dejó que el miedo pase, lo permitió. Permitió que la atravesara. Un tipo de rendición que no es una rendición débil. Es la confianza de que podía sostenerlo.

Dijo que poco a poco, el miedo seguía ahí, pero había más y más espacio. El espacio del amor era mayor que el miedo. Entonces empezó a llenarse de una especie de luz cálida y luminosa y le saltaron las lágrimas porque se dio cuenta de que «Esto, era la luz de mi propia alma».

El camino es a través del cuerpo.

El camino es a través del cuerpo. No necesariamente de inmediato -de hecho, a veces no es sabio o amable de inmediato- pero el camino finalmente es este permitir, que luego transforma totalmente nuestra relación con el miedo, que revela el espacio y el sentido de lo sagrado, que es lo que somos.

Existe es poema de Danna Faulds llamado, “Permitir”

A la vida no se la puede controlar.
Trata de acorralar a un rayo,
o de dominar a un tornado.
Detén a un río y creará un nuevo cauce.
Resiste y la marea te hará caer.
Permite y la gracia te aupará a un nivel superior.
La única seguridad reside en dejar entrar a todo:
lo salvaje y lo débil; el miedo,
las fantasías, los fracasos y el éxito.
Cuando la pérdida arranca las puertas del corazón,
o la tristeza encubre tu visión con desesperanza,
La práctica consiste sencillamente en soportar la verdad.
Si escoges abandonar tu forma conocida de ser,
Todo el mundo se revela ante tus ojos nuevos.

Poema «Permitir» (Allow) de Danna Faulds

 

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