Algo que hacemos mucho en nuestros talleres de Mindfulness, especialmente en el curso para liberarse de pensamientos negativos, es explorar cómo identificamos las creencias limitantes que no están sirviendo a nuestro corazón y conciencia.
Los pacientes que acuden a nuestro centro de El Prat o bien aquellos que realizan psicoterapia online se acostumbran a preguntar en algún momento del proceso psicoterapéutico: ¿Cómo entramos en una experiencia vivida para que podamos dar testimonio, y podamos reconocer que somos esa presencia compasiva que observa, y así no estar tan identificados, tan aprisionados? Claro que no es una pregunta que surja, así como a así. Generalmente necesitan el acompañamiento de un profesional de la psicoterapia humanista o un profesor de Mindfulness. Otra pregunta interesante sería: ¿Cómo aflojamos el control de la creencia?
Como he mencionado en otros artículos cuando vivimos en el yo del ego y estamos en nuestras creencias limitantes, todo lo que podemos ver son los egos de otras personas.
No somos capaces de reconocer su bondad, no somos capaces de reconocer su vulnerabilidad, y no podemos sentir lo que es significativo para ellos.
Una de las reflexiones que hacemos en nuestros grupos terapéuticos suele ser: «Por favor, observa qué te gusta. Por favor, observa qué te hace feliz. Por favor, observa a qué te sientes dedicado». Cuando estamos atrapados en el ego y estamos viviendo en nuestras creencias limitantes, somos incapaces de conectar con lo que es realmente importante para los demás; así que no tenemos un auténtico respeto y cuidado por lo que importa para otras personas. Simplemente, no estamos en contacto.
Una historia sobre la posibilidad de soltar las creencias limitantes
La que sigue es una historia sobre la posibilidad de lo que sucede cuando se empieza a salir de las creencia limitantes:
Una vez un hombre dejó su casa. Había discutido con su madre y su padre el día antes de irse. Se dijeron palabras horribles y se fue sin despedirse. Se fue lejos por muchos años, incluso pasó tiempo en la cárcel.
Años después, cuando por fin salió de la cárcel, se preguntó si su madre y su padre estarían vivos, y cómo estarían sobrellevando lo que se habían dicho y cómo se relacionaban con el lugar donde él había acabado. ¿Estarían avergonzados? ¿Estarían enfadados?
Les escribió y les dijo que volvería a casa un día específico de la siguiente semana. Les dijo que, si querían verle y no estaban enfadados, no le culpaban más y no se avergonzaban, que pusieran una manta en el tendedero y él sabría que debía entrar. Si faltaba la manta, sabría que no era bienvenido, sabría que debía irse. Y les dijo que esperaba que tuvieran buena salud.
El hombre llegó en tren a la semana siguiente. Estaba nervioso cuando bajó del tren. No había nadie para recibirlo. Caminó por el desgastado sendero hacia su casa y pensó en el pasado. Pensó en su tiempo en la cárcel. Pensó en lo enfadados o avergonzados que debieron estar sus padres. Pensó en las horribles palabras que dijeron. Estaba a punto de dar la vuelta y volver al lugar de donde venía, cuando vio una manta en un árbol. Siguió caminando. Vio otra manta.
Siguió caminando. Vio otra manta. Entonces se volvió hacia su casa… y la casa estaba cubierta de mantas. El patio estaba cubierto de mantas. El tendedero estaba cubierto de mantas. El camino hacia la puerta estaba cubierto de mantas. Sus padres estaban de pie allí y le daban la bienvenida.
Estamos muy inclinados a creer en nuestras creencias limitantes de separación, cuando la realidad es que, en el fondo, todos queremos conectar.
Puede que tengamos demasiado miedo para hacer el gesto y extender la manta; pero eso es lo que anhelamos en lo profundo. Y eso lo vemos en todos los procesos que acompañamos los psicólogos y Terapeutas Gestalt en l’Espiral.
Lo que vemos en nuestros talleres y formaciones o en la consulta, es que se necesita una práctica dedicada para desafiar las creencias. Además del acompañamiento profesional de un psicólogo, terapeuta o Profesor de Mindfulness.
La mayoría de las veces estamos en tal trance que no nos damos cuenta de que están allí; entonces, cuando empezamos a darnos cuenta, se necesita una verdadera voluntad para decir: «Oh, mira: esto, de alguna manera, es un error mío o de otra persona. Esta es la creencia del ‘no debería ocurrir'».
Se necesita una práctica dedicada para conseguir la destreza de estar realmente en nuestros cuerpos, algo que aprenden muy bien quien realiza nuestro curso de La Presencia Encarnada y respirar con lo que allí haya hasta que empecemos a sentir el espacio ese testigo, esa presencia mayor. Pero es posible. Porque ese espacio se abre.
Henri Nouwen dice: «El verdadero trabajo de la oración es hacer silencio y escuchar la voz que dice cosas buenas sobre mí; apartar y silenciar gentilmente las muchas voces que cuestionan mi bondad; y confiar en que escucharé la voz de la bendición».
Abrirnos, más allá de las creencias limitantes que nos aíslan
Esto es lo que aprendemos en un proceso psicoterapéutico profundo. Apartar suavemente y silenciar las muchas voces que cuestionan nuestra bondad, y confiar en que escucharemos la voz de la bendición. Eso exige un verdadero esfuerzo y compromiso con uno mismo. Así que, en terapia, acompañamos a nuestros pacientes y alumnos a que hagan ese esfuerzo. Hagamos esto como individuos, acallemos las creencias de miedo y escuchemos esa voz de bendición que está más allá de todas las historias, que solo es la comprensión de nuestra bondad y nuestra pertenencia.
Y hagamos esto colectivamente: Debemos abrirnos más allá de las creencias limitantes que nos aíslan, a esa conciencia amorosa que es realmente nuestra fuente.
Aleix Boronat Monfort
Director y fundador de l’Espiral. Terapeuta Gestalt, Mentor en Mindfulness y Miembro adherente de la AETG. Formación en Psicoterapia Integrativa (programa SAT). Formado en técnicas psico-corporales (Yoga, Shiatsu y Movimiento, Bioenergética y Movimiento Auténtico).
