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La conciencia encarnada

Al largo de los años de ver a centenares de personas pasando por la consulta, uno ve que la mayoría de nosotros anhela el amar, amar una buena forma, pero que nos cuestionamos hasta qué punto somos realmente amorosos.

Hay una cosa que nos impide vivir con un corazón abierto, y, es el estar desconectados de la vitalidad de nuestro cuerpo.

Nuestro hábito de entrar en el trance del pensamiento es lo que nos deja cansados, ansiosos y desconectados.

La buena noticia es que hay prácticas de atención plena, validadas científicamente, que pueden ayudarnos a reclamar nuestras vidas y a abrir realmente nuestros corazones.

Los psicólogos y Terapeutas Gestalt que trabajamos en l’Espiral nos adscribimos a la psicología Humanista y utilizamos la Terapia Gestalt como base de nuestro trabajo. Con esta mirada, hemos descubierto una y otra vez que hay dos cosas que, si podemos aprenderlas, nos permitirán vivir una vida realmente plena y feliz.

Es necesario aprender a volver a nuestros cuerpos cuando nos hemos ido en el pensamiento.

Y la primera es aprender a volver a nuestros cuerpos cuando nos hemos ido en el pensamiento.

La segunda -cuando estamos de vuelta aquí, en nuestros cuerpos- es abrirse, contactar y considerar lo que está aquí -la vulnerabilidad que está aquí, en nuestro interior- con una tremenda cantidad de compasión y bondad.

Un profesor de arte contaba una historia sobre su hija de 7 años; quien le había preguntado un día, qué era lo que hacía en su trabajo. Él le dijo: «Bueno, enseño a la gente a dibujar». Entonces, ella le miró con una especie de mirada incrédula y dijo: «¡¿Quieres decir que lo han olvidado?!»

Nuestros cuerpos saben cómo hacer todo. Nuestros cuerpos saben dibujar, cantar y bailar. Y nuestros cuerpos saben cómo hacer el amor, cómo dar a luz, cómo curar, y cómo morir. Nuestros cuerpos saben muchas cosas.

El poeta John O’Donohue  dice: «Nuestros cuerpos saben que pertenecen a la vida y al espíritu». Y también dice: «Son nuestras mentes las que hacen que nuestras vidas estén tan desamparadas». I así lo vemos cada en nuestra consulta de El Prat de Llobregat o a través de las sesiones online de psicoterapia o mindfulness.

Nuestras mentes nos ponen en un trance que nos desconecta de nuestros cuerpos, de nuestro ser.

Conecta con tu cuerpo

Nuestras mentes nos ponen en una especie de trance que nos desconecta de nuestros cuerpos, y de toda la vivacidad y creatividad que realmente forman parte de nuestro ser.

Las pregunta que hacemos a nuestros pacientes o alumnos de Mindfulness permiten a la persona que asiste a nuestros cursos o hace terapia con nosotros, darse cuenta de que salimos regularmente del contacto con nuestros cuerpos; si miras a lo largo del día de hoy, si haces una especie de escaneo hacia atrás, en un instante te puedes dar cuenta de que estabas en otro lugar que no era aquí mismo, encarnado.

Puedes comprobarlo ahora mismo por un momento. Sólo revisa. ¿Eres consciente de la energía en tus manos, en tu pecho, en la zona del corazón, en tu vientre y en tus pies?

En cuanto nos ponemos a pensar, y especialmente cuando nos perdemos en los largos procesos de pensamiento, estamos muy lejos de estar de esta manera, de vivir esta vivacidad; simplemente estamos en otro lugar.

Y para la mayoría de nosotros, la meditación o la Terapia Gestalt arroja una luz real sobre esto; en ambas miradas se nos pide que vengamos y estemos aquí mismo.

Y en la sesión de psicoterapia o en los cursos y talleres, el paciente se da cuenta de que no siente mucho el cuerpo. Mucha gente no puede sentir muchas sensaciones, y cuanto más trauma hemos tenido en nuestra vida, más difícil es sentir la vida del cuerpo; y de igual manera, cuanto más estamos en una cultura que es una cultura traumatizante, más difícil es.

Para algunos nos es muy difícil el sentirnos a ellos mismos, y a su cuerpo.  Para otros, hay una sensación de contacto, pero que se va muy rápidamente; por lo que, es muy, muy difícil quedarse. Y para un último grupo, hay una sensación de contacto y una sensación de juzgar, o no gustar, lo que está sucediendo.

Cuanto más desagradable o intenso sea, más nos inclinamos a irnos.

Y la cultura tiene un gran impacto en lo que dejamos. Somos una cultura muy desencarnada; y en el caso de los niños, esto ahora les ocurre cada vez más jóvenes.

Hay muchas estadísticas de cómo -en comparación con un par de generaciones atrás- los niños están muy poco en el exterior, en el mundo natural, y mucho frente a una pantalla. Y eso les desconecta de los ritmos; de una especie de comprensión intuitiva, instintiva, del mundo vivo/muerto.

Recuerdo que una persona describió haber preguntado a un grupo de niños sobre la cabeza y el cuerpo, y los niños respondieron que el propósito del cuerpo es «¡llevar la cabeza de un lado a otro!

Un pequeño chiste al respecto de esto último: En el jardín de infancia, un niño compartió que su gata había tenido gatitos, y la profesora se puso muy curiosa y dijo: «Ah, entonces: ¿machos o hembras?». Él dijo: «Oh, hay tres hembras y tres machos». Ella dijo: «¿Cómo lo sabes?» Él dijo: «Oh, mi padre los cogió y les dio la vuelta y miró la etiqueta».

De una manera profunda, estar comprometidos en sentir nuestros cuerpos de adentro hacia afuera, el sentir nuestra conexión con la Tierra y ese sentido de pertenencia, es lo que nos permite cuidar nuestros cuerpos y nuestro ser. 

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