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Las creencias se aferran tenazmente, son surcos profundos en el cerebro

A lo largo de más de 15 años que llevamos en el Prat de Llobregat trabajando con miles de pacientes, los psicólogos y terapeutas Gestalt del equipo hemos trabajado con muchas personas que son conscientes de las historias que nos contamos a nosotros mismos hasta cierto punto; y, sin embargo, estas son realmente difíciles de abandonar.

Tenemos un surco profundo en la psique. Me gustaría analizar cómo es que son tan tenaces, y, cómo es que estas creencias persisten y persisten. 

La forma en la que se mantienen es que estamos continuamente haciendo un bucle de pensamientos y sentimientos. Puesto que si tenemos un pensamiento de miedo, este creará una bioquímica del miedo, que luego generará más pensamientos. Así que podemos pasar mucho tiempo perdidos en pensamientos que, de alguna manera, mantienen una atmósfera de ansiedad. Simplemente, somos muy repetitivos.

Carlos Castaneda, escribió sobre las enseñanzas de un chamán que decía: «Hablas demasiado contigo mismo. No eres único en eso. Todos nosotros lo hacemos. Mantenemos nuestro mundo con nuestro diálogo interior. Un hombre o mujer de conocimiento es consciente de que el mundo cambiaría completamente en cuanto dejara de hablar consigo mismo». Esta es una de las razones por las que estas historias son tan tenaces, es porque estamos muy habituados a nuestra mente pensante, y, a creer en nuestros pensamientos.

Para ser capaces de soltar las historias que nos retienen debemos ser capaces de «salir» de nuestros pensamientos

Para ser capaces de soltar las historias que nos retienen, “simplemente” (y pongo comillas porque no es nada fácil hacer esto sin un acompañamiento profesional, ya sea en un curso de Mindfulness o acompañado por un psicólogo o Terapeuta Gestalt) debemos ser capaces de «salir» de nuestros pensamientos, y conocer la diferencia entre los pensamientos y la realidad que estamos viviendo en el momento presente. Las diferencias entre cualquier idea que tengamos, y el momento presente, son sólo sensaciones vibrantes, sonidos, y la conciencia. 

Pero, en vez de hacer eso, nos quedamos dentro de las formas de pensamiento. Por ejemplo, si piensas en las noticias falsas, cuanto estas más se repiten, más creíbles se vuelven. Basta con seguir repitiéndola – no importa lo extraña que pueda parecer a algunas personas – si sigues repitiéndola, hay algo en el hecho de oírla que la mente asume que es cierta.

Y es interesante que las correcciones mentales por sí solas no funcionan. Lo que significa que, si alguien publica noticias falsas y tú las corriges, en realidad se amplía la creencia en ellas. Es algo así como lo que dijo Einstein: «No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos».

Pensamientos bucle mente

Una de las razones por las que las historias que nos limitan son tan tenaces, es que seguimos repitiéndolas, en los surcos profundos de nuestro cerebro. 

No puedes responder a una historia falsa con otra historia que intente corregirla – por lo que las afirmaciones generalmente no funcionan tan bien: Porque la historia está en nuestro cuerpo en ese momento, nuestro cuerpo la está sintiendo y creyendo de una manera visceral. Así que una de las razones por las que las historias que nos limitan son tan tenaces, es que seguimos repitiéndolas, en los surcos profundos de nuestro cerebro. 

La segunda es que evitamos abrirnos a la vulnerabilidad que hay debajo de ellas. Pensemos en esto: Si nuestra creencia es algo así como «Creo que cualquier persona que conozca, si llega a conocerme, me rechazará». Podemos decirle a alguien: «¡Pues deja de quedarte en la idea y entra en tu cuerpo!». Pero…  ¿qué crees que hay en el cuerpo en ese momento? Miedo, vergüenza.

Si aprendiéramos a ir al cuerpo descubriríamos una presencia que nos da mucha más sabiduría, espacio y realidad.

El último lugar al que quieres ir es a tu cuerpo, para sentir lo que hay allí; aunque, si aprendiéramos a hacerlo, en realidad descubriríamos una presencia que nos da mucha más sabiduría, espacio y realidad. Pero tenemos que pasar por la energía del cuerpo. Así que evitamos la vulnerabilidad allí.

Otra razón por la que las creencias sobreviven tan bien es que las historias que realmente nos mantienen enganchados -las que tienen mucha vulnerabilidad a su alrededor- no las compartimos con los demás, en otras palabras, no las llevamos a un contenedor más amplio para que se ventilen y tengan el beneficio de una mayor conciencia. Las guardamos para nosotros, lo que significa que nos identificamos más con ellas.

En consulta o bien en terapia on-line, los psicólogos y terapeutas Gestalt que trabajamos en l’Espiral, hemos visto que cuando una persona era capaz de nombrar algo de lo que se sentía muy, muy avergonzado, eso era en realidad una señal para nosotros de que estaba empezando a no estar tan identificado con esta creencia

Y la última pieza que diré sobre por qué son tan tenaces: Nos aferramos a ellas porque nos dan una sensación de control. Preferimos sentir que tenemos un mapa que a no tener uno. Preferimos sentir que conocemos las malas noticias y que estamos preparados para algo, y tal vez podamos hacer algo, que a no estar seguros. No queremos la incertidumbre. Así que nos da una falsa ilusión de control, el seguir con estas creencias.

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