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Cómo abrirse a la creatividad soltando viejas creencias.

En el artículo anterior veíamos cómo plantearnos ciertas preguntas puede ayudarnos a abrir un espacio para la calma y la paz interior. Poder poner un poco de distancia entre nosotros y las creencias que nos hacen sufrir.

Es habitual que, en algún momento, cuando un paciente conecta con el sufrimiento, el psicólogo o terapeuta Gestalt que lo acompaña pueda plantearle las siguientes preguntas al paciente:

  • ¿Es eso que piensas verdad?
  • ¿Tienes la certeza absoluta de que es verdad?
  • ¿Cómo reaccionas cuando tienes ese pensamiento?
  • ¿Quién serías, qué harías, sin ese pensamiento?

Estas preguntas suelen salir en las sesiones de psicoterapia que realizamos en nuestro centro de El Prat de Llobregat y para que sea más clarificador voy a poner un ejemplo de uno de nuestros pacientes. Naturalmente, el nombre es ficticio y los detalles se han cambiado para preservar el anonimato, pero en esencia la historia es como sigue:

Maria es una mujer de unos 50 y pocos años. Reconocida y valorada en su trabajo. Tiene a su mando un grupo de unos 60 empleados. Ha ido cambiando de departamentos en la misma empresa y siempre ha sido reconocida como una persona con habilidades sociales, con dotes de mando y una gran productividad. En 25 años en la empresa no se le recuerdan errores destacables, de hecho ella, en consulta, reconoce “quizá me he equivocado una sóla vez en 25 años”. Para sus compañeros, María es una líder incansable y entregada. Pero viene a consulta porque últimamente le dan ataques de ansiedad cuando llega a su apartamento dónde vive sola.

Maria acude a “l’Espiral” porque se siente extremadamente cansada, tiene insomnio, lleva semanas en las que ha perdido las ganas de hacer actividades el fin de semana y ha dejado de ir al gimnasio. Siente que “no es ella”. Además, reporta que últimamente le “da tirria” ver a sus padres cuando hasta ahora llamaba cada tarde para ver como estaban y los miércoles iba a cenar con ellos.

Después de unas pocas sesiones María verbaliza que se da cuenta que todo el día está “con un ‘nosequé’ que no me deja descansar” y que cuando llega a casa hay una lucha interna entre ese ‘nosequé’ y las ganas de sentarse en el sofá y descansar.

creatividad

Con el acompañamiento del psicólogo, Maria llega a poner voz a ese ‘nosequé’. Una voz, que se parece mucho a la de su madre cuando le decía que se tenía que levantar los sábados por la mañana para fregar “de rodillas” el piso de la casa dónde vivían, mientras sus amigas “se iban a la playa”. Una voz, de ese ‘nosequé’, que se parece a la de su madre, que le decía “ya descansarás cuando termines TODO el trabajo”.

María trabaja en una empresa de logística. Un sector, según sus palabras, dónde “NUNCA se termina el trabajo”, dónde ”siempre hay algo por hacer”. 

Al continuar con la exploración de ese “nosequé”, María conecta con una creencia, con algo que, a base de escucharlo día tras día, semana tras semana, año tras año, lo acabó interiorizando y lo transformó como algo propio: “no puedo parar de trabajar”.

«No puedo parar de trabajar». El “trabajo” no es sólo la empresa, también lo es llamar a sus padres cada día, gestionar los problemas que su hermano alcohólico genera a sus padres, buscar una residencia para su tía soltera, ocuparse de los médicos y visitas de su padre…A María le cuesta darse cuenta de TODO lo que hace.

Con el paso de las sesiones, María puede empezar a cuestionar esa creencia: “¿De verdad no puedo parar de trabajar?, ¿De verdad tengo que ocuparme de TODO?”. Naturalmente, ante tales afirmaciones, aunque una parte de ella pueda responder con un SÍ a estas preguntas, también puede ver que existen momentos dónde puede delegar el trabajo, dónde “si no llamo por teléfono no se muere nadie”, o que existen unos servicios sociales que pueden atender a su hermano en caso de crisis.

María puede empezar a vislumbrar que no es una verdad absoluta la creencia de que no puede “dejar de trabajar” y eso le abre el espacio a poder revisar todas las ingentes tareas que realiza cuando se deja arrastrar por esa creencia. Desde no delegar tareas sencillas en el trabajo hasta el hecho que dejó de lado su deseo de ser madre porque eso le traería demasiado trabajo y no podría atender a una empresa que en esos momentos “necesitaba de mí porque estábamos en plena expansión internacional”. Además de no poder sentarse tranquilamente en el sofá a leer un libro “sabiendo que tengo tantos emails por responder”.

Cuando en consulta se le pregunta: “¿Quién serías, qué harías sin ese pensamiento?”, a María le cuesta responder, “Hace tanto que lo tengo… no sé si nunca me he plantado, que es lo que yo quiero…” Y se echa a llorar. Conecta con el “tiempo perdido”, con “la niña que no tuvo infancia”. Necesita unas cuantas sesiones para atravesar ese doloroso espacio y empezar a imaginar un futuro diferente: “dormiría más horas”, “me apuntaría a piano”, “delegaba en mi compañera”, “apagaría el ordenador al salir del trabajo y no lo abriría hasta el día siguiente”.

Con estas preguntas nos damos la posibilidad de abrirnos a nuevos paisajes más creativos, como hizo María, a nuevas realidades que pueden aportar más serenidad, calma y paz interior a nuestras vidas.  Pero tenemos que darnos la posibilidad, ya sea acompañados de un terapeuta Gestalt o un Psicólogo, o al practicar Mindfulness, de hacernos esas preguntas iniciales: ¿Qué estoy creyendo? ¿Es posible que esto sea real pero no cierto?

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