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La ansiedad forma parte de mí, también “soy yo” la ansiedad.

Nombramos muchas veces la ansiedad como si fuera algo que podemos comprar en el mercado municipal de El Prat de Llobregat. Como si fuera algo medible y que, igual que podemos tener, podemos soltar.

Los psicólogos y terapeutas Gestalt de l’Espiral nos encontramos que los pacientes que acuden a psicoterapia hacen de la ansiedad un “ello”, algo que no quieren que forme parte de su ser, pese a que pasa dentro suyo.

Como decía en el anterior artículo, la ansiedad no es algo que un insecto nos pueda inocular con una picada, sino una determinada gestión de nuestro cuerpo, a través de la respiración, y de nuestras emociones y sensaciones.

Como hacemos del “yo” un “ello”

Para que estas emociones y sensaciones se conviertan en aliadas en el proceso de transformar lo que hacemos para ponernos ansiosos, es importante que el paciente se dé cuenta que LO que le pasa es ÉL. Que es algo que hago yo conmigo mismo. Que, en definitiva, esto que siento, esto que experimento, soy YO.

Al igual que la respiración disminuida genera una disminución de las sensaciones físicas, tenemos otros mecanismos que nos permiten gestionar emociones “insoportables” y contenerlas en la parte menos consciente de nuestra existencia. La negación y la des-identificación de estas emociones y sensaciones es lo que nos permite colocarlas “fuera” de nosotros.

Negarnos a nosotros mismos

Negarnos a nosotros mismos

Somos capaces de negar o des-identificarnos de ciertas partes de nuestro cuerpo. Podemos cortar la aparición de ciertas emociones “indeseables” y de rebote la conciencia de lo que nos está pasando. Podemos dejar de sentir ciertas partes de nuestro cuerpo, dejar de gestionar adecuadamente las emociones que de allí provienen y dejar de entender que nos pasa

Somos unidades psico-físico-emocionales, de manera que lo que hacemos con una de estas tres ficticias (porque en realidad somos uno, no tres) pero pedagógicamente aclaratorias partes (la física, la emocional y la corporal) afectará las otras dos.

Y lo podemos hacer gracias a que lo que llamamos “Yo”, esta unidad psico-físico-emocional (para el ámbito que nos ocupa, no entraremos a profundizar en cuestiones filosóficas o religiosas sobre que es o deja de ser el ” yo “), no es sólo un aspecto cognitivo de nuestra experiencia subjetiva, sino que está acompañado por «procesos energéticos que nuestro cuerpo sostiene y canaliza».

Para poder ser conscientes, por ejemplo, de que estamos enfadados, hay que notar nuestro cuerpo. Como se tensa de una determinada manera, como se expresa en unos ciertos patrones respiratorios, etc. Entonces es cuando decimos “[Yo] estoy enojado!”. 

Podemos decir que estamos enfadados porque nos identificamos con ciertas partes de nuestro cuerpo y dejamos de lado otras. Si nos identificamos, por ejemplo, con el dedo gordo de nuestro pie izquierdo difícilmente podríamos decir que estamos enfadados, ya que acostumbramos a generar e identificar nuestro “Yo” con otras zonas del cuerpo, mayoritariamente en la zona del pecho y la cabeza.

Elegimos identificarnos con unas zonas concretas de nuestro cuerpo para construir la mejor identidad posible en un momento determinado dependiendo de las condiciones en las que nos encontramos en ese momento.

Si los sentimientos que se experimentan no pueden ser asimilados, ya sea porque son “prohibidos”, catalogados como “malos”, o difíciles de manejar como la ira, el miedo, la vergüenza, la soledad, etc. Podemos utilizar estos mecanismos de negación y des-identificación apartando nuestra conciencia de las zonas de nuestro cuerpo donde se generan, y convertirlos en algo ajeno a nosotros. Lo que pasa ya no forma parte de mí, no soy “yo”, sino “ello”.

Como muchos de nuestros sentimientos se generan en la parte más visceral de nuestro cuerpo, mayoritariamente en la barriga y el pecho. La manera de des-identificarnos o negarles será subiendo nuestra energía, la conciencia y, por lo tanto, la sensación de “Yo” que la acompaña, a las partes más altas del cuerpo, como la cabeza y la parte alta del pecho.

De modo que al final “yo” soy mi cabeza y la parte alta del pecho y “ello” es el resto del cuerpo.

Para el paciente que viene a terapia, será necesario pues, un cierto entrenamiento corporal. Esto es, acompañarlo a observar y sentir su cuerpo para que pueda ver COMO se utiliza (porque el cuerpo también es él) a la hora de generar ansiedad.

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