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La ansiedad como guía hacia el mundo emocional

La ansiedad puede llegar a ser muy limitante en la vida de las personas. Sufrir un ataque de pánico es de las peores experiencias que alguien puede sentir en la vida. Aparte del malestar físico, se suma, muchas veces, una incomprensión de lo que nos está sucediendo. Que «de repente» sintamos que nos estamos ahogando nos puede hacer contactar con la idea de muerte y la desesperación puede hacer aumentar la ansiedad convirtiendo la experiencia en un verdadero infierno para quién la tiene.

Cuando un paciente acude a nuestra consulta de El Prat de Llobregat muchas veces nos relata esta experiencia junto a un “¡no sé que puede haber sucedido para que me pasara esto!”

Nuestra tarea como terapeutas Gestalt o psicólogos, es acompañar al paciente a entender mejor qué es lo que le pasa, para que, en un futuro, pueda gestionar mejor los altibajos emocionales que, inevitablemente, todos viviremos a lo largo de nuestra vida.

Y qué mejor lugar para empezar a entender esos altibajos que nuestro cuerpo, el lugar donde suceden todas nuestras emociones.

Las emociones “que suben”

Si como psicoterapeutas acompañamos al paciente a habitar su cuerpo, podrá descubrir que las emociones comienzan a aparecer básicamente gracias al efecto de la respiración. Físicamente su origen estará ubicado sobre todo en la zona del pecho por acción de los músculos intercostales y/o en el abdomen debido al movimiento del diafragma.

Algunas emociones se originan más en la zona del pecho y otras más en la zona del abdomen y tienen una vía de expresión que generalmente va hacia arriba, hacia la boca en forma de expresión sonora, la cara, los ojos y ocasionalmente los brazos y las manos.

El paciente que aprenda a escuchar y darse cuenta de lo que hace con su cuerpo, se dará cuenta de que cuando una emoción ha sido negada o reprimida, y no ha podido encontrar una vía de expresión, la energía movilizada no desaparece, sino que queda estancada en el cuerpo

Tratar Ansiedad

La imagen de un río con su agua que fluye libremente y que tiene su destino en el mar, pero que queda estancada en algún punto de su recorrido por una presa puede ser útil para imaginar qué sucede cuando no dejamos que las emociones «fluyan como el agua».

Si esta emoción reprimida vuelve a ser movilizada, bien sea porque hay algún estímulo externo que la vuelve a activar o porque las condiciones que la obligaron a reprimirse han cambiado de una manera bastante significativa, comenzará de nuevo a “subir” por la su vía de expresión natural.

En el caso de la persona ansiosa, esta emoción «que sube», por culpa de los mecanismos de negación y des-identificación, será experimentado como algo ajeno a nosotros, extraño, desconocido, fuera de control y peligroso.

La persona que se pone ansiosa, en lugar de experimentar el sentimiento “que sube” como lo que realmente es, en lugar de vivirlo e integrarlo a su experiencia presente, como algo que proviene de él mismo y que por lo tanto es una manifestación de sí mismo … en lugar de experimentar la emoción con todas sus consecuencias, lo que hace es experimentar la reacción de rechazo hacia este sentimiento que “desconoce” porque un día lo colocó fuera de él convirtiéndolo con “ello”.

Y para alejarse de “ello”, para rechazarlo, retira aún más hacia arriba de su cuerpo su sensación de “Yo”. Como el sentimiento “raro” vuelve a subir y amenaza la existencia del “Yo” tal y como lo conoce, intenta cortarlo lo antes posible.

Generalmente este corte se realiza a la altura del cuello y la parte alta del pecho, y es aquí donde se acumula esta energía que acaba ahogando y desarraigando de la tierra a la persona ansiosa.

El ansioso se siente entonces desconectado de la vida. Sin el arraigo en el presente que la conciencia plena de su cuerpo le podría proporcionar, el miedo a la muerte puede aparecer, y con ella el ataque de pánico. La ansiedad extrema.

La autoobservación, la respiración y la conciencia como antídoto

Así pues, mediante la autoobservación, la respiración continuada y la conciencia corporal, el paciente ansioso puede llegar a reconocer que su ansiedad es, como dice el psicólogo y Terapeuta Gestalt James Kepner “la reacción de emergencia a un sentimiento ascendente del cuerpo del cual nos hemos desconectado a través de la respiración disminuida, la tensión muscular y la retirada de la conciencia, la energía y el sentimiento de pertenencia“.

Unos sentimientos que suelen ser la tristeza, la rabia, la soledad, la ira, la vergüenza … sentimientos que, en algún momento de la vida, fue difícil o insostenible gestionarlos.

En terapia, o en cualquier actividad que esté encaminada a tratar y gestionar la ansiedad, se deberá tener en cuenta la posible aparición de estos sentimientos para poder acompañar a la persona a transitar y expresarlas de una manera nutritiva y enriquecedora.

Vivir plenamente los propios sentimientos será la manera que la persona podrá dejar atrás la ansiedad y empezar a abarcar la totalidad de su existencia.

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