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La realización de lo que somos

Desde un punto de vista amplio, es natural que caigamos en trance. Es natural que tengamos la sensación de que algo va mal, que lo atribuyamos a un yo, que tengamos la experiencia de que algo va mal en mí. Y que eso prolifera en todo el ámbito del sufrimiento emocional.

Forma parte del proceso evolutivo. Rumi lo dice muy bien cuando escribe que todo lo que nace se pierde en el ser, olvidando, borracho, el camino de vuelta a casa.

Hay una especie de embriaguez en la que nos creemos a pies juntillas esas historias de que somos defectuosos, de que los demás no nos quieren, de que vamos a fracasar. Nos quedamos atrapados en todo el nudo de emociones, que se siente como una prisión.

Y es parte de nuestro condicionamiento, como Houdini , tratar de escapar y generar falsos refugios, la forma en que tratamos de salir de este mal yo. Ya sea adormeciéndonos con conductas adictivas o tratando de probarnos a nosotros mismos. Parece que, estos intentos, sólo nos encierran más.

Pero la buena noticia es que este trance, y todas nuestras formas de solidificar el trance, no son el final de la historia evolutiva.

Tal y como exploramos al principio de esta serie de artículos , cada uno de nosotros tiene una intuición, tanto del sufrimiento de estar atrapado en trance, la enfermedad de la nostalgia. Como de un anhelo, un anhelo muy profundo y sincero de darnos cuenta de la verdad de lo que somos.

Algo en nosotros, algún lugar sabio en nosotros, sabe que no somos ese pequeño “yo deficiente” con el que nos han identificado.

Y el camino de vuelta a casa es lo que hemos estado explorando en estos artículos y las meditaciones que te he propuesto. El camino de llevar una atención profunda y despierta a los lugares donde nos sentimos más atascados.

Lo que descubrimos cuando empezamos a encontrarnos realmente con esta vida, con presencia, es que en esos momentos en los que podemos decir “sí”  a eso que se siente tan vulnerable, en esos momentos en los que podemos reconocer la historia, pero realmente abrirnos a nuestro cuerpo y permitir lo que hay aquí, el trance empieza a aflojarse y disolverse.

La propia naturaleza de la presencia es la que nos vuelve a conectar con quienes somos.

La propia naturaleza de la presencia es la que nos vuelve a conectar con quienes somos y deja claro que esa pequeña historia del yo, no es realmente lo que nos define.

En los momentos en que perdonamos, en que nos tenemos a nosotros mismos con autocompasión, el trance empieza a disolverse. En los momentos en que podemos decir “lo siento, te quiero”, o incluso “por favor, quiéreme”, y sentimos receptividad, el trance de la separación y el miedo empiezan a disolverse.

Empezamos a descubrir, como lo hacen los que practican en nuestros talleres de Mindfulness acompañados por un psicólogo en El Prat de Llobregat, ese espacio del corazón. Donde toda esta vida es bienvenida. Este espacio abierto donde la luz del espíritu, lo que es sagrado, realmente brilla a través de nosotros.

A veces un camino espiritual se describe en tres partes y son totalmente interdependientes, no lineales.

La primera es darnos cuenta de la verdad de lo que somos. En otras palabras, lo primero es ese atisbo de que la historia que hemos estado creyendo sobre nosotros mismos no puede empezar a tocar la inmensidad o el misterio que hay aquí.

La segunda parte del camino espiritual es familiarizarse con esa experiencia, familiarizarse con la presencia, y confiar más en eso como lo que somos, que en cualquier historia habitual que nos hayamos estado contando a nosotros mismos.

Y la tercera parte del camino espiritual es encarnar esa realización, hacer que nuestras palabras, y nuestros pensamientos, y nuestras acciones, y nuestras vidas se vivan a partir de la realización de lo que somos.

En Occidente cuando nos cruzamos por la calle decimos: “hola, ¿qué tal?” En Asia, utilizan la palabra “namaste”, que en realidad significa “veo lo sagrado en ti”, esa es la forma de saludar.

¿Qué pasaría si pudiéramos ir más despacio, si pudiéramos hacer una pausa y sentir en nosotros mismos lo sagrado que hay aquí mismo?, ¿y sentir cuando miramos a otro, más allá de la máscara, hacia lo sagrado, hacia la presencia que está mirando a través de esos ojos?

Esta es la evolución de la conciencia que realmente está viviendo a través de nosotros ahora mismo. Este es el desarrollo, esta realización de lo que somos que es el cambio de identidad. Esta es la esperanza del planeta y, realmente, el regalo de la conciencia misma.

Lo que más anhelas, y esto nos devuelve justo a donde empezamos, esa intención profunda y sincera, esa aspiración de presencia, de amor, es lo que eres.

Ya está aquí, ya está disponible en cualquier momento que hagas una pausa y llegues justo aquí diciendo “sí a la vida” de este momento.

Así que esta es la invitación del camino espiritual, y de hecho, también del camino de la psicoterapia profunda, para que cada vez más de tu vida, de tus palabras, de tu ser, sea una expresión directa de la presencia amorosa.

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