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Las creencias pueden llegar a controlar tu vida y hacerte sentir muy solo en este mundo.

En el anterior artículo te proponía un pequeño ejercicio guiado para que pudieras preguntarte ¿qué es lo que estás creyendo? ¿Qué estás creyendo sobre ti mismo o sobre los demás? 

Y estas no son sólo preguntas para ver en qué manera tu vida se ve afectada por tus creencias, sinó que son preguntas que te pueden ayudar a tomar consciencia de hasta qué punto puedes llegar a sentirte sólo en este mundo. A medida que empezamos un proceso terapéutico, poco a poco vamos a ir descubriendo que aferrarse a las creencias es alienante, nos deja solos en este mundo. Quizá rodeados de amigos, de compañeras, pero con un sentimiento de soledad profunda que desata toda una serie de mecanismos para intentar apaciguar el dolor que causa la separación.

Las creencias inconscientes pueden separarnos y hacernos enemigos de nosotros mismos y de los demás, sin que nos demos cuenta de la realidad.

Es fácil pensar en estos días que Rusos y Ucranianos se odian, o Palestinos e Israelíes. O seguidores del Barça o del Madrid. Todos nosotros hemos vivido situaciones de mucho sufrimiento a lo largo de nuestra vida que nos ha obligado a defendernos y generar en nuestra psiquis creencias sobre lo que es «bueno», «malo», «correcto», «incorrecto», etc. Es algo normal, lo hacemos todos los que hemos sufrido. 

En un documental que vi hace años, unos adolescentes palestinos e israelíes se reunían en un campamento durante varias semanas. El trabajo que allí habían realizado parecía que tenía algo psicoterapéutico, algo de Mindfulness. Seguramente lo que habían aprendido en esos días era escuchar con compasión. Escuchar y responder, sin juzgar, sin añadir ni quitar nada, simplemente lo que escuchas. Esto es algo que muchas veces practicamos en los grupos de Mindfulness que ofrecemos en nuestro espacio de El Prat de Llobregat o en las sesiones online. Es una manera muy buena de conocerse. A uno mismo y a quién tenemos delante. 

En una escena del documental, una de las cosas que en ese encuentro le dijo un adolescente israelí a una joven palestina fué: «Si no te conozco, es muy fácil odiarte. Pero si te miro a los ojos, si te escucho, si te veo, no puedo».

Nuestras creencias nos mantienen alineados, separados de partes nuestras , pero también de aquellos que nos rodean, de nuestros vecinos y vecinas; pero cuando profundizamos en nuestra Atención, empezamos a ver más allá de estas creencias y podemos empezar a vernos y a ver profundamente al otro. Como decía Rumi, la «luz de las estrellas» comienza a brillar. 

Las creencias son un velo que nos impiden ver la realidad

Pero si las creencias están ahí y no se investigan, son este velo entre nosotros y la realidad. Nos impiden ver de verdad. Nuestra tarea, como psicólogos y terapeutas Gestalt en l’Espiral, es ayudar a nuestros pacientes y a los practicantes de Mindfulness de nuestros talleres, a darse cuenta que todos tenemos una pantalla entre nosotros y la realidad. Una pantalla que, si no se revisa, puede perpetuar los patrones relacionales alienantes en los que vivimos.

Una en uno de los grupos que ofrecemos en l’Espiral, tiempo antes de la pandemia, me comentó una vez una participante que salía cada día a pasear por los caminos del delta del Llobregat. Gozaba de la experiencia cada tarde, a la misma hora, justo antes de caer el sol. Vivía relativamente cerca de esos caminos y tenía la bicicleta aparcada en un local cerca de su casa. Era algo que hacía casi cada día desde su jubilación. Le gustaba ver como con el paso de los días, con la llegada del otoño, cambian los colores del paisaje y su hora preferida era la que llaman la hora azul, esa hora dónde el cielo toma ese color tan particular y la luz es estupenda para practicar la fotografía. Era su “momento Zen” decía. 

Por estos caminos pasa mucha gente, pero un día se dió cuenta que casi cada día tenía otro ciclista como ella unos metros detrás suyo. De repente un día le entró miedo. Y empezó a pedalear más rápido con tal de llegar antes a casa. Al día siguiente volvió a pasar lo mismo y de nuevo pedaleó más rápido para llegar aún más rápido a casa. Sucedió así durante casi dos semanas. Hasta que un día se dijo «sabes, hoy tengo cosas que hacer, casi mejor que dejes la bici para mañana». Y así un día, y otro, y otro, se estuvo casi medio año sin ir en bicicleta. Hasta que su marido se jubiló también y un día fué él el que le dijo de salir juntos. Sabía que ella amaba ir en bici. 

Salieron a la hora de siempre. Ella tenía ganas de volver a admirar la puesta de sol y disfrutar de su «hora azul Zen». Y ese día, como había sucedido hacía meses, volvió a aparecer el ciclista. Pero ese día no pedaleó más rápido. Su marido no estaba en esa forma e iban más lentos de lo que ella acostumbraba a ir. Y ese día vió como un chico, de piel más oscura que la suya, encima de una bicicleta vieja y con los radios medio torcidos, con la ropa llena de barro y con pedazos de hojas y hierba pegados a su chaqueta, pasaba por su lado, hacia una amplia sonrisa, les decía “adiós” y se alejaba camino a la ciudad. Quizá a buscar el tren que le llevaría a su casa.

Pensamientos Toxicos

Ese día ella sintió una profunda vergüenza. Ella había visto que el ciclista era un hombre, que tenía la piel negra, pero se había parado a mirarle bien. Su mirada estaba cegada por un velo. Un velo que tenía la voz de sus padres, cuando, de pequeña, le decían “cuidado con el camino de vuelta del cole! no pierdas tiempo y no te distraigas! no te vaya a coger el Trecio!”. “El Trecio” era, seguramente, algún hombre con alguna enfermedad mental y “el loco” de su pueblo natal. 

La creencia, arraigada por tantas y tantas veces que sus padres se la dijeron, le impidió ver a este hombre que ahora se alejaba en su bicicleta. Un hombre, que, como en su día hicieron sus padres, había tenido que salir de su país para ir a buscarse la vida allá dónde encontrar trabajo. Alguien más cercano a ella de lo que se pensaba. 

Dejó durante meses algo que le hacía feliz por un «simple» pensamiento, inconsciente en ese momento, pero con la fuerza y el poder de modificar tu vida para siempre. Si no hubiera tenido la oportunidad de volver a encontrarse con la misma situación y revisarla, quizá ya nunca habría vuelto a su “momento Zen”

¿Con qué frecuencia los pensamientos nos impiden vivir felices? 

Otra mujer dijo «Yo estaba caminando por Las Ramblas de Barcelona y me di cuenta de que durante los últimos diez minutos había estado comparándome con todas las demás mujeres con las que me cruzaba». Y después de una pequeña pausa, de un momento de reflexión, de revisión de su vida, dijo: “¿Diez minutos? Quiero decir ¡toda mi vida!”. ¿Cuántos momentos estamos viviendo comparándonos? Valorando si somos mejores o peores. Comparándonos con nuestro propio estándar internalizado de cómo «deberíamos ser».

En esos momentos nos desconectamos de nuestro momento presente, del mundo en el que verdaderamente estamos viviendo. No estamos viviendo desde nuestra totalidad y no somos capaces de ver la verdad. En esos momentos dónde los pensamientos, las creencias, actúan sin que seamos conscientes de ellas, estamos viviendo en ese velo de una falsa creencia.

Ese patrón de relación. De relación conmigo y con los demás, ese patrón de «Debería ser así para estar bien, para que mi vida esté bien», se instala y crea una escisión muy profunda en nuestras relaciones. Hermanos que no se hablan durante décadas. Hijos y padres peleados durante semanas. Parejas rotas pese al gran amor que en el fondo sienten. Cada uno creyendo que el otro lo había traicionado. 

En nuestra consulta de El Prat de Llobregat, trabajamos con cientos de pacientes cada mes, nos encontramos con esto demasiado. Es una realidad desgarradora. Pero sucede a diario. 

A veces, sólo ante la presencia de la muerte, sólo cuando uno siente que ya no le queda más tiempo en el mundo, es cuando uno se enfrenta a estas creencias, las pone en duda y se da cuenta que la vida no ha sido vivida desde su verdadero ser. Pero por suerte, otras veces sucede algo (un malestar físico, un ataque de pánico, una pelea con un ser querido, etc), que nos invita a explorar estas creencias, a valorarlas, a revisarlas. Estos artículos y los ejercicios guiados que iremos colgando en nuestro canal de Youtube están pensados para ayudarte en esta exploración.

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