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La importancia de saber quién soy

No todos hemos sobrevivido igual a lo que la vida nos ha puesto por delante. 

Cuando yo era pequeño, recuerdo que a veces se armaba un escándalo entre los niños del colegio dónde estudié en El Prat de Llobregat porque decían que iba a venir un tal “Tony El Loco”. Nunca supe quién era, ni lo vi, pero sólo escuchar su nombre me producía terror. En mi imaginación pensaba que me iba a robar y a pegar. Lo imaginaba más grande y más fuerte que yo. Yo estaba en 6º o 7º de EGB y a él lo imaginaba como un matón de instituto. 

Obviamente, no me sentía yo con los recursos necesarios para enfrentarme a él con posibilidades de ganar. Por eso le tenía miedo. De creerme yo Supermán más tranquilo hubiera estado.

Los recursos que generamos para gestionar lo que la vida nos ofrece, para gestionar nuestras experiencias e interacciones con el mundo, es lo que los terapeutas llamamos “Funciones del Yo” y que los pacientes llaman, simplemente, “Yo”.

Desarrollar un rango bastante amplio de estas funciones para tener una mejor interacción con el entorno, y con uno mismo, es una parte muy importante del proceso terapéutico que realizan nuestros pacientes con la ayuda de los psicólogos y terapeutas de l’Espiral.

¿A qué llamamos “yo” en terapia?

Para la Terapia Gestalt, el Self (Yo) es “aquel aspecto del organismo que organiza, modula y experimenta el proceso de contacto (el contacto es la interacción que se produce en un límite). En la Gestalt, el ‘Yo’ no es una estructura o una entidad como es entendida en otras teorías, sino la experimentación y la organización del contacto”, de esta manera, para la Gestalt, el ‘Yo’ es “efímero y existe sólo en el contacto“.

No existe un ‘Yo’ más allá del aquí y del ahora. Y aunque podamos percibir un cierto modo de relacionarnos a lo largo del tiempo, a lo que podemos poner la etiqueta de “personalidad“, no deja de ser un conjunto de patrones de relación.

Así pues, el Self (Yo), “organiza, gestiona y modula el proceso de contacto” a través de lo que llamamos las “Funciones del Yo”. Estas “funciones” son los recursos, las capacidades y las habilidades que ponemos en juego cuando necesitamos interaccionar con lo que nos pasa tanto en el ámbito interno como en relación con el entorno.

¿Quién eres? ¿A qué llama el paciente “yo” en terapia?

Las “Funciones de Yo” se desarrollan, mayoritariamente, durante los primeros años de vida del ser humano. Es en esta época tan sensible del desarrollo que el futuro adulto desarrollará una variada, compleja y sofisticada variedad de recursos para interaccionar con el entorno. Si el ambiente proporciona al niño un medio donde poder ajustar, experimentar, aprender, testear y practicar estas herramientas de relación, el futuro adulto tendrá toda una serie de herramientas disponibles que le ayudarán a gestionar adecuadamente sus vivencias.

En cambio, si el niño crece en un ambiente donde el abuso y las experiencias traumáticas son el pan de cada día, este aprendizaje será interrumpido, cuestionado, castigado o manipulado. Dejando al niño con unos recursos y capacidades limitadas para gestionar sus experiencias e interacciones. La correcta expresión y desarrollo de las “Funciones del Yo” dependerá, en última instancia, de cómo sean acogidas por el entorno.

Las funciones del Yo

El trauma y el abuso son frecuentemente parte de un largo contexto de desarrollo, familiar o comunitario, negligente. Como tener pocos recursos emocionales o materiales, sobreestimular crónicamente áreas como la sexualidad, el uso de la violencia, alterar el desarrollo motriz, o un abandono de las necesidades de interacción, de experimentación y de vínculo del niño, entre otros.

A pesar de estas negligencias y abusos, los niños, que son “máquinas de aprender”, encontrarán la manera de adaptarse a las demandas y exigencias del ambiente donde les ha tocado crecer. Desarrollarán las “Funciones del Yo” que encajen en este sistema y desestimarán aquellas que el sistema no admita. Y a lo que quede le llamará “Yo”.

En lugar de, por ejemplo, aprender a marcar límites y satisfacer sus necesidades, puede optar para dejarse imponer por el criterio de los demás a cambio de sentirse admitido en el grupo, o en lugar de mostrar rabia y enojo ante la falta de mirada por parte de los padres, aprenderán a enfermar para recibir su atención. Y dirá, si es consciente de ello: “Yo, no me enfado. Yo, enfermo”

¿Por qué siempre tropiezo con la misma piedra?

Esta alteración en el correcto desarrollo de las “Funciones del Yo” hará que el futuro adulto tenga dificultades para gestionar las experiencias que se deriven del contacto con un ambiente poco habitual para él. De este modo irá a buscar ambientes que encajen con los recursos que desarrolló durante su infancia. Los buscará más o menos inconscientemente con el fin de poder poner en juego lo que conoce bien; una zona de confort que encaje con lo que él ha vivido y recibido de la vida

Una falsa zona de confort generada a partir de los limitados recursos que le ofrecen las “Funciones del Yo” que buenamente pudo desarrollar para sobrevivir y ser aceptado. Un lugar donde, a pesar de sentir cierta seguridad, no será un espacio del todo agradable de vivir, generando en el paciente la sensación de que algo no va bien.

Y a pesar de las ganas de cambiar ciertos patrones de conducta que el paciente tiene cuando comienza un proceso terapéutico, los mecanismos que tuvo que usar para poder adaptarse al ambiente en que le tocó crecer (la represión, el uso de la fantasía, la disociación, la desensibilización y/o la retroflexión) fueron tan efectivos para poder sobrevivir que los continuará utilizando y los hará prevalecer por encima de las futuras “Funciones del Yo” que irán apareciendo a lo largo de la su vida a medida que su mundo se vuelva más complejo.

De modo que, durante un proceso terapéutico, ni el terapeuta ni el paciente (aunque este último tenga muchas ganas) pueden esperar que se cambien estos mecanismos de supervivencia sin antes desarrollar, en el momento presente, nuevos recursos en forma de nuevas “Funciones del Yo”, que hagan sentir al paciente la confianza y seguridad de que, con estos nuevos recursos, también podrá “sobrevivir” en caso de encontrarse ante una situación parecida a la que vivió en el infancia.

¿Que hacemos los psicólogos para ayudarte?

Como terapeutas Gestalt debemos validar la capacidad de supervivencia del paciente y los mecanismos que en el pasado desarrolló. Así como su realidad presente donde, seguramente, aquellos recursos no le ayudan a gestionar de manera creativa lo que le pasa hoy en día.

El proceso terapéutico ayudará a desarrollar unas “Funciones del Yo” adecuadas que permitirán al paciente encontrar un cierto equilibrio entre sus necesidades y las de su entorno.

Si estas “Funciones del Yo” no estuvieran desarrolladas, el trabajo terapéutico con situaciones traumáticas pasadas podría sobresaturar y re-traumatizar al paciente, ya que se estaría enfrentando de nuevo a la situación original sin más recurso de los que ya disponía en el momento del abuso.

Así pues, el desarrollo de nuevas “Funciones del Yo” irá de la mano con el proceso de ir descubriendo y trabajando sobre las situaciones traumáticas del paciente.

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