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Cuerpos sensibles, corazones despiertos

Hay una historia dónde una mujer cuenta que un perro anciano y cansado entró en su jardín. Por el collar sabía que tenía dueño. Estaba bien alimentado. Pero no llevaba ninguna placa. La siguió hasta la casa y caminó por el pasillo y se tumbó en su sofá y se quedó dormido durante una hora. Se levantó y se fue.

Pasó lo mismo al día siguiente. El perro volvió, entró, durmió en el sofá durante una hora y se fue. Cuando llevaba así un par de semanas, por fin le picó la curiosidad y le puso una nota en el collar. En la nota escribió: «Todas las tardes, su perro viene aquí a echar una siesta. No me importa, pero quiero asegurarme de que te parece bien».

Pues bien, al día siguiente llegó el perro y tenía otra nota prendida en el collar. Esto es lo que decía: «Vive en una casa con tres niños. Está intentando recuperar el sueño. ¿Puedo ir con él mañana?».

Lo atractivo de esta historia es que hay un sentido de comunidad. Es como que nos entendemos y nos preocupamos los unos por los otros, y estamos juntos en esto. Ese tipo de sentimiento.

Durante los talleres que impartimos de Mindfulness, exploramos cómo cultivar este espacio del corazón, lo que los budistas llaman bodhicitta, el corazón despierto.

En la mayoría de las tradiciones, tradiciones espirituales, es parte de la filosofía perenne. No es que intentemos que nuestro corazón se convierta en algo. Es más, en realidad, una sensación de que el corazón siempre está aquí, como un sol que siempre brilla y, sin embargo, las nubes pueden oscurecerlo. Los psicólogos y terapeutas Gestalt vemos muy a menudo como nuestros pacientes o alumnos pueden olvidar o desconectarse de la ternura de su corazón.

Las nubes que lo oscurecen son esa sensación de cuando estamos atrapados dentro de un yo pequeño, como una especie de sentido egoico, más estrecho de miras, más contraído de lo que somos.

Todos quedamos atrapados; quiero decir, cada uno de nosotros entra en eso que aquí estamos llamando trance. Todos pasamos por momentos de nuestro día, y a veces es bastante continuo, en los que estamos dentro de la historia de un yo que está de camino a alguna parte, intentando que las cosas funcionen y evitando las que no funcionan.

La mayoría de las veces se trata de «yo»: ¿qué me ayudará o me perjudicará? En esos momentos, nuestro corazón no está abierto. No somos conscientes de ese sol radiante del corazón que realmente brilla a través de nosotros.

Cuando nuestros pacientes nos cuentan en nuestra consulta de El Prat de Llobregat, o bien a través de la pantalla de un ordenador en las sesiones de psicoterapia online con un psicólogo o Terapeuta Gestalt, escenas dónde esto sucede nos damos cuenta que esto de que el corazón esté abierto no es algo abstracto.

Si piensas por ti mismo, en el último día, los últimos días o la última semana, un momento en el que te sentiste conectado o amoroso, donde estaba vivo en ti… no era solamente una idea. Si traes algo así a tu mente – y te invito a que lo compruebes ahora mismo – podría ser con un niño, un amigo, un compañero o tu perro, cuando sientes esos momentos de juego, afecto o ternura…

Puedes considerar esos momentos ahora mientras lees esto, igual que hacen nuestros alumnos en los talleres de Mindfulness que impartimos o en las sesiones Movimiento Auténtico o Yoga Sensible al Trauma, y luego preguntarte: «¿cuál era mi auto-sentido en esos momentos?» Te darás cuenta de que no estaba particularmente centralizado, sólido o fuerte.

Los límites son más amorfos. No estás dentro de esa nube del yo. Más bien, las nubes pueden estar ahí, pasan cosas, pero se descansa en algo más grande. Una sensación de mayor conexión. Lo contrario también es cierto. Si piensas en momentos en los que te has sentido completamente aislado o cerrado, sin importarte nada, en esos momentos hay mucho ensimismamiento. Es estrecho.

Nos damos cuenta del amor, nos damos cuenta de ese calor radiante, de esa luz del sol, cuando despertamos de esa identidad exclusiva con un sentido del yo egoico. Ese es realmente el camino.

Se describe como el camino del bodhisattva de un ser despierto en el budismo.

Porque, de forma muy simple, es natural en el desarrollo ocuparse mucho del yo; y también es nuestro potencial despertar y sentir «lo que somos más allá de eso».

Lo que hacemos durante las sesiones de Mindfulness o en los talleres, es examinar el trance del yo, cómo nos quedamos atrapados, cómo cerramos nuestros corazones. Y luego exploramos, realmente, cómo podemos amarnos a nosotros mismos hacia la libertad.

Y cuando digo amarnos a nosotros mismos, no estoy hablando de amar el yo narrativo, el personaje que pensamos que es nosotros mismos. En realidad, se trata de cómo amamos la vitalidad que está aquí, en cualquiera de sus formas, incondicionalmente, con ternura, de una manera presente.

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